ATISBOS

Lozoya, Duarte y Zerón, salvavidas del Presidente

Rafael Cienfuegos Calderón

La detención de personajes del pasado involucrados en hechos de corrupción le hará el caldo gordo al Presidente de la República, más que en su cruzada contra la impunidad y el mal uso de recursos público, en la distracción de la población que está siendo azotada por el avance y efecto de la pandemia, por la pedida de empleos e ingresos que empobrece a millones, por la inseguridad y la constante amenaza de la delincuencia. Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, César Duarte, exgobernador de Chihuahua y Tomás Zerón, exdirector de la Agencia de Investigación Criminal de la otrora Procuraduría General de la República, le caen como anillo al dedo al capitán del gobierno del cambio para bajarle presión al malestar social que provocan el mal manejo del covid-19 con 324 mil 041        contagios y  37 mil 574 muertes al día de ayer, de la economía con una caída de 9.1% en el año, y de la pacificación del país. La llegada de Lozoya a México proveniente de España y la extradición de Duarte de Estados Unidos y de Zerón de Canadá, cuando ocurran, y el inicio de los juicios por corrupción y malversación de recursos públicos –los dos primeros- y la inadecuada investigación de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa -el tercero-, los aprovechará el Presidente para montar en la mañanera un circo mediático e insistir en que el gobierno del cambio no solapa a nadie y va en serio contra funcionarios y gobernantes del pasado que cometieron delitos que dañan al país y ofenden al pueblo. Lógico es que si al Presidente no le han salido bien las cosas -no hay crecimiento ni mejora en el bienestar de la población, homicidios y feminicidios van en aumento y falta estrategia contra el crimen organizado, y la reacción tardía tras el primer contagio, la aplicación de pruebas, el uso de cubrebocas y el encierro obligado-, se va a colgar del escándalo que provocarán estos tres personajes que florecieron en el gobierno de Peña Nieto para intentar disimular la cruda, evidente y terca realidad, y ya encarrilado, hasta se sigua con su antecesor.