Por segunda ocasión después de la reunión del 8 de julio en la Casa Blanca y sin el trato terso que se dieron mutuamente para cumplir con el protocolo del primer encuentro, el presidente de Estados Unidos envió al de México el mensaje de que, como sea, México va a pagar la valla fronteriza. Su idea es imponer un impuesto ya sea al cruce de vehículos de carga o al dinero que envían los connacionales o combinar ambos. Luego de que expresara ante el presidente de México que Estados Unidos alberga a 36 millones de ciudadanos mexicanoamericanos que fortalecen sus iglesias, sus comunidades y colorean todos los trazos de la vida de la nación, y que son, además, grandes hombres y mujeres, el presidente del país vecino aseguró en Arizona que por la muy buena relación que hay con México, México pagará por el muro. Hay que destacar que el mandatario norteamericano sabe dónde buscar. Para tener idea de lo que económicamente captarían ambos impuestos, van dos ejemplos. En 2018, de acuerdo al Prontuario Socioeconómico Binacional 2019 hubo tan solo por el Puente del Comercio Mundial III Nuevo Laredo (el mayor paso fronterizo para el intercambio de mercancías entre ambos países) un millón 911 mil 408 cruces de unidades de carga, y a lo ancho de la frontera norte hay 19 pasos; en julio pasado ingresaron al país tres mil 270 millones de dólares enviados por los connacionales a sus familias, y el acumulado de enero a julio ascendió a 20 mil 524.86 millones (Banco de México). Con esta nueva embestida el presidente de Estados Unidos exhibe que su dicho de que ambos gobiernos cooperan para eliminar el trasiego de armas y estupefacientes, la trata de personas, el combate a los cárteles, y tener leyes migratorias que protejan a la población, fue de dientes para afuera. Y si hasta el 8 de julio el presidente de México tenía la certeza de que el presidente de Estados Unidos no había buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía, como lo expresó en Washington, la amenaza actual de los impuestos le debe bastar para entender que no hay que esperar ni respeto ni comprensión de un presidente falso, insensible y enemigo.
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