Sin su fundador, Morena sería un partido político más
Rafael Cienfuegos Calderón
El futuro del movimiento-partido Morena sin su fundador y líder moral sería “ser un partido tradicional más”. Ese es el “riesgo”, vislumbró Bertha Luján. Y tiene razón. Si el presidente del cambio y la transformación se retira de la política a partir de 2024 el movimiento-partido con el que llegó al poder luego de mantener una intensa campaña política, no será lo que es a pesar de que sus tribus de ultras y moderados estén divididas y en pugna por la sucesión presidencial adelantada. Quienes ambicionen ser gobernador, alcalde, diputado local o federal o senador necesitan el respaldo del hoy presidente de la transformación para ganar en las urnas, como aconteció con los que hoy ocupan esos cargos y que en pago lo respaldan incondicionalmente y le profesan obediencia ciega. Además, Morena no tendría la presencia política que tiene entre la población ni la militancia que según dice Mario Delgado, el líder nacional, es de casi tres millones. Por lo anterior y, seguramente, por el interés que han de tener un buen número de morenistas por mantenerse en el poder o por alcanzarlo, se puede entender el llamado de Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional, para que el presidente recapacite y no se retire de la política, del movimiento político que creó ni de Morena al terminar su gobierno. Lo más conveniente es que continúe “para garantizar la unidad interna” en el partido, dijo a René Delgado (El Financiero/Bloomberg, 28-08-2022). Dentro y fuera de Morena, por otra parte, no hay duda de que el hoy gobernante de México le hará falta a las corcholatas más visibles a sucederlo pues sea ella o él necesariamente tendrán que consolidar un gobierno fuerte políticamente para enfrentar los embates de los supuestos enemigos del cambio, la oposición y los conservadores. Y hasta ahora, ni Claudia ni Marcelo tienen la presencia, el arrastre, la fuerza, el carisma y menos la popularidad del promotor de la transformación, quién, por otra parte, será difícil que se aleje y deje de estar al pendiente del cumplimiento, sin variación, de los objetivos que ha fijado, lo que tendría casi asegurado en el caso de la jefa de gobierno de la Ciudad de México porque dada su lealtad absoluta iría por la vía del continuismo, pero no así con el secretario de Relaciones Exteriores, quien parece tener una postura moderada y progresista que podría favorecer la apertura al diálogo y la unidad. Pero por lo que dijo Bertha Luján respecto a que lo más conveniente es que el presidente siga en la política, pareciera que no ve a nadie que lo pueda suplir “como factor de unidad, de decencia, de honestidad y de transformación”, por lo que estima que “sería muy duro para el país, para la gente, para nosotros, que se retirara”. “En un nuevo papel, puede seguir contribuyendo de manera trascendente” pues en Morena “no podemos decir que somos puros y de pura gente buena”, en el partido “traemos cargando vicios, hay gente que viene de otros partidos y que traen consigo parte de esa historia negra de la política, el dedazo”, por lo que “estamos en riesgo de ser un partido tradicional más”. Ha dicho el presidente, por su parte, que a partir de septiembre de 2024 se retira de la política y se irá a descansar a su rancho, a vivir de su pensión de 30 mil pesos al mes y de las regalías por la venta de sus libros, suficiente para dedicarse a escribir. Pero del dicho al hecho, hay mucho trecho. ¿Alguien puede creer que se quedaría cruzado de brazos, que no haría nada, si se percata de que la transformación está en riesgo o que la oposición se recupera y junto con los conservadores empieza a ganar terrero o que quien lo supla no es capaz de aglutinar en su favor al “pueblo”?
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