Opinión

ATISBOS

Beligerancia por sobre la vía diplomática

Rafael Cienfuegos Calderón

Que Estados Unidos no es una democracia, porque su sistema político está dominado por la oligarquía; que Antony Blinken, secretario de Estado del vecino país actuó “perversamente” al pronunciarse contra la reforma electoral; y que el gobierno norteamericano apoya la crisis política que vive Perú, fueron las expresiones del presidente padre de la transformación tras conocer la postura de su principal socio comercial ante el atentado a la democracia y las instituciones que le dan sustento en México.

Desde el estrado de la mañanera e ignorando la vía diplomática acusó a Estados Unidos de inmiscuirse en asuntos que no le incumben y sostuvo que existe más democrácia en México que en el país del norte.

Muy a su estilo canalizó su queja por la vía beligerante con la idea (quizá) de que al gobierno de Estados Unidos  lo puede intimidar con su verborrea.

Esos dichos hacen suponer que el presidente del cambio está convencido de que su amigo Donald Trump no se reeligió  porque le hicieron fraude, de que el presidente Biden no tuvo nada que ver con lo que dijo el funcionario de su gobierno (como si éste fuera independiente); y que el gobierno norteamericano estuvo detrás del derrocamiento del presidente Pedro Castillo y el ascenso al gobierno de Dina Boluarte.

El presidente de los pobres acusó “intervencionismo” de Estados Unidos en asuntos que no le competen ante las declaraciones de Blinken: “las instituciones electorales independientes y libres de influencia política constituyen un pilar de las democracias en todo el mundo y garantizan que todas las voces sean escuchadas en procesos democráticos fundamentales”.

Y también ante las de Brian Nichols, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, sobre que “EU apoya instituciones electorales independientes que tienen recursos para fortalecer procesos democráticos y Estado de derecho”, y “en México hoy vemos un gran debate sobre reformas electorales que ponen a prueba la independencia de instituciones electorales y judiciales”.

¿Acaso cree que él no comete intervencionismo cuando como jefe del Estado mexicano afirma que en Perú se gestó un “golpe de Estado” y llama “presidenta espuria” a Dina Boluarte, o al dar trato de estadista al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, a pesar de que encabeza un régimen antidemocrático que oprime al pueblo cubano.

El patrocinador de la transformación despotrica porque se sabe observado, y eso le incomoda, no solo por Estados Unidos sino también por Canadá, con quienes México mantiene un acuerdo comercial a través del (T-MEC) que podría tener alteraciones en caso de que avance la embestida contra la democracia.

La advertencia la hizo ya el Capitolio norteamericano.

Los presidentes de los comités de Relaciones Exteriores del Senado y de la Cámara de Representantes, el demócrata Bob Menéndez y el republicano Micahel McCaul, acusaron al Legislativo mexicano de “poner en peligro el futuro de las instituciones democráticas de su país, regresando a México a su pasado oscuro de elecciones controladas por el presidente, no sólo retrasando el reloj de su democracia, sino también el de las relaciones entre nuestros países”.

Acerca de Juan Carlos Machorro

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