Opinión

ATISBOS

Precampañas presidenciales ¿para qué?

Rafael Cienfuegos Calderón

Las precampañas oficiales del proceso electoral de 2024 por la Presidencia de la República comenzaron ayer y se prolongarán al 18 de enero; tras una pausa, darán paso al periodo de campaña del 1 de marzo al 29 de mayo, tres días de veda política antes de que se realice la elección

Aunque, extraoficialmente y violentando la constitución y la Ley Electoral, el presidente prodemocracia dio el banderazo de inicio desde agosto de 2021 tras la derrota de Morena y aliados en nueve alcaldías de la Ciudad de México.

Con ello asumió la promoción de sus corcholatas y  se convirtió en permanente jefe de campaña con el propósito de impulsar el cambio (¿?) y la transformación (¿?) para un segundo sexenio, y sermonear a la oposición.

Durante casi dos años y tres meses al “pueblo” de México se le ha obligado a escuchar de aspirantes y políticos un bla, bla, bla hueco y repetitivo sin que las dos mujeres en competencia despierten interés fuera del ámbito de sus fieles seguidores.

Y conforme a la narrativa oficial de las conferencias mañaneras, contagiada a la oposición por un presidente que empeñado en cambiar “todo” ha hecho política como en sus tiempos de líder opositor denostando, dividiendo, acusando y agrediendo a sus supuestos o reales enemigos, las precampañas iniciaron con descalificaciones.

Por eso, al iniciar las precampañas oficiales, nada habrá que conmueva al conglomerado de votantes que se darán cita en las urnas el 2 de junio de 2024.

Los discursos (¿?) de Claudia Sheinbaum se distinguen por ser repetición “al pie de la letra” de lo que dice y hace su “padre político”; no pegan ni aportan nada nuevo de lo que ofrece la narrativa del gobierno del cambio y el partido oficial.

Lo mismo ocurre con Xóchitl Gálvez, que aunque contestataria y aguerrida no desbancará a la precandidata del oficialismo no porque sea mala política o carezca de simpatías o de competitividad, sino porque su lucha es contra el presidente, el gobierno federal y su estructura y presupuesto, los 21 gobernadores y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y también porque carga con el lastre de los partidos políticos más corruptos y de dirigentes desprestigiados y ambiciosos.

De Samuel García, carente de experiencia política, pero de convicción para aventurarse en la contienda por la Presidencia, de la que espera ganar presencia entre el electorado, no se puede esperar más que un papel de esquirol político en detrimento de la oposición.

Por eso es que las precampañas oficiales no van a dar gran cosa, pues desde la ilegalidad electoral las aspirantes  han hablado mucho pero sin decir nada sustantivo que conmueva a las multitudes.

A no ser que suceda algo que sea extremadamente extraordinario e inesperado.

Como que el líder máximo de Morena baje a Claudia de la contienda antes de que sea inscrita oficialmente como candidata ante la autoridad electoral por valorar que no garantiza el triunfo, o que Xóchitl renuncie a la candidatura ante la falta de apoyo y acompañamiento de los partidos que la apoyan (¿?) y la indiferencia de los dirigentes que están más interesados en incluirse como candidatos a diputados o senadores.

Por lo que hace a las precampañas estas se realizarán porque así lo estipula la Ley Electoral, aunque, en realidad, no tendrán ningún sentido, pues en los hechos hay desde hace rato candidatas virtuales.

 

 

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