Presidenta y mayoría legislativa ignoran a la oposición
Rafael Cienfuegos Calderón
La continuidad en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum tendrá como sello distintivo, en cuanto a política se refiere, la cancelación del diálogo con los partidos de oposición para llegar a acuerdo y tomar decisiones. Regirá la antidemocracia.
El control del partido en el poder sobre el Congreso de la Unión -con una sobrerrepresentación espuria que incluye a los parásitos del PT y PVEM- le da a la mandataria libertad absoluta para hacer cuantos cambios se le ocurran a la Constitución y las leyes en los próximos tres años, sin tomar en cuenta a una oposición que no necesita.
Y aunque se autocalifique de demócrata: “nosotros somos demócratas” (toma de posesión, 01-10-2024), ejercerá en todas sus formas el mismo comportamiento antidemocrático del expresidente, quien a pesar de perder en la elección intermedia de 2021 la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, mantuvo la cerrazón al diálogo hasta que se fue.
“La libertad es un principio democrático”, expresó además.
También lo es el diálogo.
Sin diálogo no hay democracia. Sin dialogo no hay libertad.
“La democracia es, sin duda, el régimen político que tiene mayor vocación por el diálogo. Como valor ético de la política y como método para lograr consensos, el diálogo es consustancial a la democracia; permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos. Es también una forma de articulación dinámica entre la mayoría y las minorías, ya que en el proceso de toma de decisiones todos los actores políticos tienen el derecho de expresar sus puntos de vista para ser tomados en cuenta. De ese modo, el diálogo norma las relaciones entre los actores políticos, y entre éstos y la ciudadanía”.
(Laura Baca Olamendi, doctora en Historia de las Instituciones y de las Doctrinas Políticas, profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática “Diálogo y Democracia” del Instituto Federal Electoral (IFE)).
La exclusión política de los partidos de la menguada oposición es previsible a partir del hecho de que la Presidenta no tuvo ni siquiera un guiño para ella en los discursos con que se estrenó en el Congreso de la Unión y el Zócalo.
Habló, sí, de que va a gobernar para todas y todos los mexicanos sin distingos, lo que hace pensar que incluye a los 60 millones que no votaron por ella y los que se abstuvieron el 2 de junio.
¿Pero implica eso que va a tomar decisiones de gobierno consultando o acordando con las y los opositores en el Congreso Legislativo, con las organizaciones civiles de mujeres, ambientalistas, defensores de derechos humanos?
Todo indica que no.
En los días transcurridos del segundo gobierno de la transformación no ha habido convocatoria al diálogo político.
La antidemocracia tendrá continuidad.
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