Rafael Cienfuegos Calderón
Contundente e inobjetable es el triunfo electoral de Claudia Sheinbaum Pardo, que la convierte en la virtual primera mujer Presidenta de México.
Más de 33 millones de votantes que decidieron por la continuidad de lo que es hasta ahora la supuesta Cuarta Transformación y por la concentración del poder político en un solo partido, la apoyaron.
Quienes participaron en las votaciones del domingo, que transcurrieron sin sobresaltos, eligieron a la candidata del oficialismo con entre 58-62% de los votos, contra 26-28% de Xóchitl Gálvez Ruíz y 10.8% de Jorge Álvarez Máynez, según el conteo del Instituto Nacional Electoral (INE).
Luego de que los contrincantes de la oposición hicieron público el reconocimiento del triunfo de la abanderada de la triada política Morena, PT, PEVEM, Sheinbaum se comprometió ante una multitud concentrada en el Zócalo de la Ciudad de México a “gobernar para todos” aunque, aclaró, “primero los pobres”, parafraseando a su mentor, el actual presidente.
No obstante, para legitimar su gobierno, porque los votos que recibió en las urnas lo que legitiman es el triunfo electoral por la presidencia, la virtual mandataria debe, en los hechos, demostrar que en efecto gobernará para todos, pues hay millones de mexicanos que no la eligieron al optar por otras candidaturas, cancelar su derecho de votar al abstenerse o anular la boleta.
De ese bloque poblacional es de esperarse que reciba un voto de confianza en la lógica de que si gobierna bien y se aplica en atender los problemas mayores que aquejan al país, como la inseguridad y la violencia criminal, por ejemplo, a todos va a ir bien; aunque ello dependerá de las decisiones que tome.
Con Sheinbaum iniciará un nuevo gobierno que habrá de dirigir la vida económica, política, social y cultural del país -compleja de por sí- a partir del 1 de octubre, empero no así un cambio, pues ha dicho que el legado de su mentor tendrá continuidad, aunque con sello personal (¿?).
¿Ello implica corregir lo que no se hizo bien en los últimos cinco años nueve meses?, ¿un desmarque de la fallida estrategia de abrazos, no balazos?, ¿un freno al derroche de recursos económicos en obras de dudosa viabilidad financiera?, ¿abandonar la narrativa confrontativa contra opositores y críticos?, ¿ser incluyente y privilegiar el diálogo y los acuerdos?
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