Hacer el ridículo ante el mundo
Rafael Cienfuegos Calderón
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene, en virtud de la Carta que la rige, la responsabilidad principal del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Le incumbe determinar cuándo y dónde se debe desplegar una operación para dirimir los conflictos y preservar la paz entre las naciones, pero esto parece que lo ignora el Presidente del cambio y promotor de la transformación. Eso es lo que evidencia su idea de que el acto en el que México asumirá la presidencia del Consejo de Seguridad es idóneo y le cayó “como anillo al dedo” para dar un discurso sobre la corrupción que “produce desigualdad” y “es el principal problema del mundo”, así como para promover el modelo de la Cuarta Transformación porque “sí funciona y es sencillo de aplicar”, y por la el gobierno de México es un caso de éxito contra los modelos neoliberales. Ante este despropósito, el Embajador ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, tienen la obligación y la responsabilidad de hacerle ver al Presidente y convencerlo, de que el foro multilateral del Consejo de Seguridad a celebrarse el 9 del mes próximo en la sede de la ONU, en Nueva York, es para abordar temas sobre la seguridad y el entendimiento entre las naciones, de la observancia que debe haber en el cumplimiento irrestricto del derecho internacional humanitario, de la participación de las mujeres en los procesos de paz, de que hay que poner a las personas en el centro de las acciones del Consejo en situaciones de conflicto como las que se viven en Afganistán, Siria, Myanmar y Yemen, temas que el embajador y el canciller mexicanos han puesto en la mesa de discusión en la ONU, y que la tribuna del organismo no es para hablar de temas político-ideológicos domésticos. ¿A quién de los gobernantes de los 193 países participantes le puede importar la supuesta Cuarta Transformación que como proyecto personal del Presidente del cambio se impone en México? ¿A Vladimir Putin, de Rusia?, ¿a Boris Johnson, de Gran Bretaña?, ¿a Salman bin Abdulazis, de Arabia Saudita?, ¿a Joe Biden, de Estados Unidos? O la verborrea sobre la corrupción cuyo combate y destierro no pasa de ser más que una aspiración presidencial sobre la que “escupe para arriba” cada vez que afirma que en este gobierno ya no la hay y no se permite, porque no “somos” igual que los de antes, no hay las raterías de los neoliberales y los grupos de poder económico y político, porque hay hechos que lo refutan.
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