Cultura es qué hacemos, cuánto, cómo. Adquirida en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cómo han de constituirse familias; cómo educamos a los hijos; cómo realizamos las actividades productivas; cómo enfrentamos los conflictos; cómo celebramos nuestras fiestas; qué comemos; el trato a nuestros muertos. Son formas culturales. Cambian según lugares, según tiempos. Las acciones de gobierno, preocupación de todos, se ubican en ese ámbito.
Es acertado decir que la corrupción en el servicio público es un fenómeno cultural. Acertado también afirmar que es condición humana. Antivalor universal. Se le define por normas, escritas y no. Se le sanciona de acuerdo con las normas mismas. Castigos van de la inhabilitación para el desempeño de cargos públicos, prisión y otras de orden económico, en nuestro país (el escarnio público no inquieta a los protagonistas); hasta mutilación y muerte, en otras civilizaciones.
Credos religiosos advierten a los perpetradores sobre castigo impuesto por un Ser supremo. A veces castigo aplicado por ministros que condenan. Corresponde a verdugos ejecutar la sanción, o a los fieles. Iríamos del cristianismo al islamismo, según las naciones. Extremo es el fundamentalismo de grupos contenidos en esos sistemas de creencia.
En el caso de los católicos, su Santidad Francisco ha llamado a luchar contra una corrupción que lesiona a las sociedades del mundo. A vencer el mal que hay en nosotros. A no creer en el maligno que dice: no podemos hacer nada contra la corrupción, la injusticia. Es deber, insiste, vencer al mal que hay en nosotros, en quienes pertenecemos a una humanidad vulnerada desde sus comienzos por semejante condición.
Gran conocedor del cine mi amigo Ricardo Arce Aguiar me recuerda una de las primeras escenas de la película 2001 Odisea del espacio, de Stanley Kubrick: homínidos descubren el uso del garrote para quitar a otros sus pertenencias. La corrupción en forma de robo, en el principio del hombre. Robo, capital entre los pecados de la Ley de Moisés. Uno de los plasmados en las tablas. Con otras: no matar, no mentir, revelan males en el pueblo elegido, por ello los Diez Mandamientos.
No se trata de filosofar sobre la corrupción, antivalor, lo obligado es reducirla a su mínima expresión. Si la tarea se hubiera encargado a Hércules (había limpiado los establos de Augias) no la habría concluido. El Olimpo no le entregó los instrumentos necesarios para conseguirlo. Hoy la sociedad mexicana clama por recursos para acabarla.
En nuestro país la normatividad la define, la prevé, la previene, la persigue. La Constitución y las leyes reglamentarias aplicables se ejercen. Dependencias y entidades del ejecutivo, legisladores, poderes judiciales, operan sin alcanzar eficacia exigida. Y es que hombres y mujeres de esas instancias incurren, per se, en conductas perseguidas. El perro corre tras su cola sin alcanzarla. Por eso el proceso de institución de una comisión ad hoc aún no concluye. Se trata de la construcción de un organismo con amplios poderes y participación ciudadana, confiable. Con capacidad para combatir con eficacia el fenómeno en los tres poderes y los tres órdenes de gobierno. Con capacidad para detectar ilícitos de servidores públicos donde ocurran y se castiguen con la severidad necesaria para disuadirlos. Es tiempo de que los gobernados disfruten de un ambiente de gobierno propicio a su bienestar. Es tiempo de que el perro alcance, al fin, su cola.
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