El escenario político que culminará con las elecciones de julio próximo, entró en su fase final. Y los augurios no son nada alentadores. El PAN, con todo el peso del gobierno como soporte, deja ver que su estrategia electoral está lejos de ser la de un partido en el poder. Más que ideas, intenta destruir a los contrarios. Más que propuestas, el panismo se ha lanzado a la repetición de la guerra sucia que hace tres años polarizó al país. Ahora, el objetivo es el PRI. La realidad establece que el PAN no ha entendido el cómo alcanzó la Presidencia de la República. El panismo representado por Vicente Fox primero, y por Felipe Calderón ahora, supone que la ciudadanía se volcó en su favor como apoyo a principios e ideología. Ha sido incapaz de comprender que los votos en el 2000 se fincaron en una enorme traición de parte de Ernesto Zedillo, en un claro cansancio de la ciudadanía en torno a los priístas, y en la desesperación ante la falta de oportunidades. Los panistas en el gobierno pasado no fueron capaces de comprender lo que el “cambio” significaba para los votantes. Y el gobierno actual ha sido dramáticamente enano a la hora de entender la necesidad de consolidar programas y estrategias en función de un proyecto político nacional, no de grupo.
Así las cosas, el partido en el gobierno intenta convencer a los ciudadanos para que no voten por los rivales, más que buscar que le apoyen. Así, si el triunfo se lograra en base a esta estrategia, lo que saldría a relucir no es el respaldo a un programa de gobierno, sino el miedo a una corriente política. Y ello, lo acepte o no el gobierno de Felipe Calderón, pondría a la vista lo pequeño de su administración, la carencia de propuestas reales y la desmedida ambición del poder, por el poder mismo. Y esta situación no puede resultar más desalentadora para todos… Pero lo que para el país resulta ser preocupante, para los priístas tendría que ser verdaderamente alarmante. Y no por los ataques que Germán Martínez lanza como provocador, sino por al silencio cómplice que ante esta situación guarda Beatriz Paredes. La dirigente nacional del PRI está más ocupada en satisfacer su desmedida voracidad política, que en fortalecer la presencia de su partido en el ánimo de los votantes. Incapaz, por conveniencia, de articular un discurso político moderno, no sólo no hace frente a la ofensiva política del panismo, sino que con su actitud parece más un ente colaboracionista del gobierno, que una dirigente política de oposición. Con el afán más de consolidar posiciones personales y de grupo más que de articular una estrategia que le permita a su partido recuperar terreno electoral, la señora Paredes se ha convertido en el arma secreta del gobierno y el panismo para las elecciones de julio próximo… Contra todo lo que el gobierno intenta hacer creer a la sociedad, la realidad establece que en las actitudes del gobierno estadounidense hay de todo, menos contradicciones. La verdad es que hay una enorme presión de la Casa Blanca para que el gobierno mexicano adopte determinadas actitudes en relación al combate al narcotráfico. Y se acepte o no, los elogios no son más que parte de esa estrategia. Así, cuando Obama compara al presidente Calderón con tal o cual personaje de la lucha a favor de la legalidad en la historia de los Estados Unidos, lo que debemos tener claro es que lo hace después de haber establecido que la lucha contra los cárteles de la droga en nuestro país se ha salido de control. El mensaje es claro. Y los elogios no son más que el mecanismo para hacer que las acusaciones puedan tragarse de manera más fácil… Por cierto, poco falta para que, a pesar de los enormes esfuerzos del gobierno para evitarlo, el tema de la crisis económica pase a formar parte de la campaña electoral. Y si las oposiciones utilizan la misma dureza que el PAN ha utilizado para golpear a sus rivales, el gobierno podría tener que pagar cuotas muy elevadas de desgaste en un proceso electoral que, dígase lo que se diga, lo que está en juego no es, ni con mucho, la salvación o el desastre del gobierno federal… Por lo que se refiere al perredismo, la situación está muy lejos de ser buena. La crisis interna es absoluta. Y si los resultados en las urnas son los que asoman en las urnas, es obvio que la gestión de Jesús Ortega al frente del partido del sol azteca podría convertirse en una verdadera catástrofe. Y si al mismo tiempo, López Obrador consigue consolidar alguna posición externa al perredismo, tendríamos un escenario con el que pocos han pensado. Y ello, sin contar que los cálculos del gobierno para tener un PRD dispuesto a la negociación, podrían desmoronarse con demasiada rapidez.
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