Según hechos, el Presidente Enrique Peña Nieto privilegia el acuerdo, en la gestión de su iniciativa en materia energética. Vale la pena. Su apuesta por la modernización del sector es muy cara a los intereses de un México inmerso en un mundo en el cual la competencia, la competitividad, obliga a la eficiencia y la eficacia. Modernizar el complejo económico del país pasa por el universo pleno de sus principios, de sus valores, de sus bienes, destinados a proveernos de cuanto se requiere para alcanzar el bienestar social, tantos años diferido.
El sector energético está compuesto por dos empresas estratégicas Pemex y CFE, implica formas de producción y abasto del insumo necesario para la producción agropecuaria y pesquera, industrial y de servicios. El desarrollo científico, tecnológico, cultural, no le es ajeno.
Por ello, la importancia de salir adelante en los propósitos presidenciales, superadas dudas y emociones. México debe equipararse a las naciones que han resuelto la cuestión energética, en sus formas tradicionales y en las que permiten las fuentes alternativas.
No se trata pues de Pemex, de la CFE, sino del conjunto de recursos humanos, naturales, financieros, normativos, ideológicos, involucrados en el asunto.
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