Opinión

Decepcionante viaje a África para ver a borrachos y parranderos

En el balompié están involucrados millones de aficionados y es un negocio de sumas cuantiosas, de las cuales se benefician unos pocos, quienes controlan a la Federación Mexicana de Fútbol. Por ello es considerado ese deporte como de interés social en algunos países y está bajo vigilancia de autoridades gubernamentales, como sucede en Francia.

En México, donde el caos cunde por doquier, el gobierno permite que los dueños de clubes y la Federación misma hagan cuanto les viene en gana, sin ninguna sanción cuando son cometidos ilícitos, entre otros los recientes del Guadalajara y el Puebla.

Incluso se ha permitido que gobiernos estatales adquieran equipos como ha sucedido con el Puebla, Jaguares de Chiapas y el Necaxa en Aguascalientes. El colmo ocurrió con el Atlante, que en un tiempo fue propiedad del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Televisa se ha dado el lujo de ser propietaria hasta de cuatro conjuntos (América, Atlante, Necaxa y San Luis), lo cual es prohibido por la FIFA.

En ese desorden, quienes mangonean al entretenimiento de las mayorías imponen a seleccionadores incondicionales y les indican qué jugadores deben ser incluidos para cada torneo  internacional. Es el caso de vasco Javier Aguirre, quien por sus pistolas u órdenes de sus jefes escogió al “Conejo” Pérez, a Cuauhtémoc Blanco –viejos para una selección- y al mexico-argentino Guille Franco, quien “jugó” cuatro partido y no mereció intervenir en ninguno.

Debido a maniobras tan detestables, desde los años treinta no ha representado a México un equipo ganador y somos vergüenza mundial, lo cual sucedió, una vez más, en Sudáfrica.

Numerosos aficionados gastaron lo que no tenían y padecieron mil calamidades para llegar a África y ver a un conjunto de maletas que, como hoy se sabe, son borrachos, fumadores y mujeriegos.

Un jugador está en su derecho de tener relaciones sexuales, acostarse con quien le de la gana y tomarse algunas copas, pero ha de ser deportista de conducta ejemplar y responder a la confianza de tanta gente que lo sigue. Nadie paga por ver a un borrachín irresponsable o a un Cabañas, amigo de mafiosos.

De Pelé, llamado “El Rey” con toda justicia, jamás hemos sabido que ande borracho o drogado. Maradona es otro ente. Incluso comerció cocaína en Nápoles y en su tierra, Argentina, fue sometido a tratamientos de desintoxicación.
En México debe tenerse respeto, por amor de Dios, a quienes tienen al fútbol como única diversión. Basta de maradonas que representen a nuestro país como los Vela, los Juárez o un Giovanni dos Santos, quien por sus parrandas fue botado del Barcelona.

¿No es posible encontrar a jugadores responsables, reales deportistas, en 106 millones de totonacas?

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