1 y 2 de noviembre, respectivamente en que se conmemoran las festividades de Todos los Santos y los Fieles Difuntos que conjuntan la festividad anual del “Día de Muertos”, se espera una concurrencia aproximada de 2 millones de personas en los 214 cementerios existentes en el Distrito Federal.
Sobresale las celebraciones en Mixquic, donde desde tiempos remotos, cuando el príncipe de los cronistas en México, Bernal Díaz del Castillo y todos los conquistadores en 1519, quedaran impresionados con las celebraciones indígenas de la “Región del Mictlán, donde moran los muertos” y cada 365 días visitan a sus parientes que aún viven en esta tierra”, de acuerdo a la mitología precolombina.
En los teatros de la Ciudad de México aún no se olvida del todo la representación de la obra clásica de José Zorrilla, don Juan Tenorio, presente en las tradiciones mortuorias de México, por Maximiliano y la emperatriz Carlota, quienes auspiciaron esa comedia que se dice se inspira en “El Burlador de Sevilla” dentro del Palacio Nacional
Mixquic, puede decirse, es el compendio de la teogonía prehispánica, en donde se puede presenciar el sentir del alma del mexicano, respecto al más allá, con la escenificación de “La Noche de las Luces”, en la que los lugareños, cirio en mano, velan devotamente ante la tumba de sus antepasados, en el atrio del tempo parroquial del lugar, hasta las primeras luces del amanecer, cuando las almas de los niños y de los adultos retorna a la “Región del Mictlán donde moran desde que dejaron esta tierra.
El espectáculo es realmente impresionante y hay quienes equiparan ese paseo con el de las almas que navegan en el lago Estigia, descrito en su obra cumbre por el poeta italiano Dante Alighieri, en su “Divina Comedia”.
Otro suceso que atrae visitantes, lo es el Panteón de San Fernando, considerado simultáneamente uno de nuestros grandes museos porque allí recibieron sepultura lo mismo los presidentes e irreconciliables adversarios, Benito Juárez y el “joven Macabeo” y niño héroe de Chapultepec, Miguel Miramón, así como el general Tomás Mejía, cuya nobleza se manifiesta en el hecho de haber perdonado dos veces la vida a su adversario, el general Mariano Escobedo.
Otros panteones y museos a la vez existen en la capital mexicana, como el Francés de la Piedad y el del Tepeyac, en la Villa de Guadalupe.
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