El número 9 parecería cabalístico en la formación de los principales partidos políticos de México. 1929, nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI; 1989, año en que se formó el Partido de la Revolución Democrática; 1939, constitución del Partido Acción Nacional. Sería deseable que ese número 9 fuera el amuleto que acompañara a esas entidades de interés público, como las define la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Que el 9 fuera signo de reciedumbre en las tres que representan, alternadamente, las corrientes mayoritarias del pensamiento y las preferencias políticas de los mexicanos. Alternadamente porque en la contienda por el poder público unas asumen la responsabilidad, y otras son relevadas. En la lucha por los cargos edilicios, por las gubernaturas, por la presidencia de la República, por los escaños y las curules, nadie gana todo ni nadie pierde todo. Nada, ni nadie, es para siempre. Bueno, eso no deja de ser una alegoría en tanto “siempre” es abstracción de un tiempo cuyo término puede ocurrir de un periodo a otro en el ejercicio del cargo público.
La presidencia de la República, en la que el PRI se entronizó por 70 años seguidos, desde el triunfo de Pascual Ortiz Rubio, en 1930, en el inicio de la época de partidos, concluyó con el triunfo de Vicente Fox en el 2000. A aquél le siguió Felipe Calderón cuya victoria resultó pírrica habida cuenta de las dificultades que tuvo que sortear. Desde el cuestionamiento de un llamado “presidente legítimo”, hasta su fallido intento en la promoción de las llamadas reformas estructurales, pasando por una cuenta creciente de mexicanos en condición de pobreza, el fracaso en la promoción del empleo (cuando él se ostentó como “el presidente del empleo”), un indeterminado número de muertos en la “guerra” contra el crimen organizado y más.
Felipe Calderón concluye un periodo de 12 años de gobierno de la República, panista, y aspira a recuperarlo en el 2018, y por ello pone en la mesa de las discusiones (negociaciones) al interior de su partido, su propuesta de refundación. Hay quienes se atreven a ponerle nombre a la que sería su abanderada en la contienda por la presidencia que seguirá a la que habrá de comenzar en diciembre próximo. Aunque vistos esfuerzos de promoción de imagen, uno ya se apunta para lograr esa candidatura, aún distante: el gobernador del Estado de Puebla.
Pero el poder del presidente en turno ya es menguante. Tiene que ceder ante quienes le reclaman parte de la responsabilidad en la derrota, encabezados por el senador Gustavo Madero, presidente del CEN de su partido. Exigen respetar tiempos. Los tiempos y la militancia; la militancia y las dirigencias; las dirigencias y una proclamada tradición de democracia, humanismo, liberalismo. Valores opuestos al pragmatismo exhibido a partir de la promoción que de su persona hizo Vicente Fox. Para llegar primero a la candidatura del partido azul. Luego a la Presidencia de la República y después a dejar, “haiga sido como haiga sido”, a su sucesor. Éste, por el contrario, no logró colocar a su candidato. Tampoco abonó al triunfo de su abanderada.
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