“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc.19:10).
Dice la Biblia que en el proceso de creación de los cielos y la tierra, Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra (Gn.1:1, 27-28).
Con base en esta declaración vemos el interés divino por el hombre: lo crea y le da vida, lo bendice, le provee de una mujer, le da la promesa de la multiplicación y lo reviste de autoridad sobre todo lo creado; en suma, Dios quiso que el hombre permaneciera en esa bendición y se guardara siempre en Su presencia.
Sin embargo, a consecuencia del pecado de la desobediencia, la raza humana perdió, en Adán y Eva, la bendición recibida de Dios. No obstante ello, Dios confirmó su interés en sus criaturas y, mientras ellos se escondían avergonzados, Dios los buscó y cubrió su desnudez con túnicas de pieles, dándoles la promesa que de la simiente de la mujer nacería el que quebrantaría la cabeza de la serpiente. Esta acción y promesa divinas dejan ver la gracia, el amor, la misericordia y el interés de Dios por establecer una relación personal con el hombre. No fue el hombre quien buscó a Dios para ser restituido, sino Dios quien buscó al hombre para restituirlo.
En este contexto de amor, de gracia y de misericordia, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gá.4:4-5). De ahí lo dicho por el Señor Jesucristo a Nicodemo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16). Y a los judíos que le escuchaban, dijo: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado por el Padre (Jn.6:44, 65).
Ante el don inefable recibido de Dios en Cristo, confirmamos: 1. Dios quiere establecer una relación personal de amor contigo. 2. Solo por medio de Jesucristo podemos establecer una relación personal con Dios.
Conforme al actuar de Dios y a lo dicho por el Señor Jesucristo, nos percatamos que Dios busca una relación de amor con cada uno de nosotros y por ello siempre toma la iniciativa. Dios buscó a Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Gedeón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jonás, etc., y no fueron ellos quienes buscaron a Dios. Fue el Señor quien busco a Pedro, Juan, Pablo y a cada uno de los discípulos, y es Él, quien nos buscó a nosotros. Es el Señor, quien dejando las noventa y nueve, fue a buscarnos ahí donde nos encontrábamos. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc.19:10). JESÚS dijo: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé (Jn.15:16). En razón de ello, dice el apóstol Juan: Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero (1Jn.4:19). En tal virtud, sostenemos: amor es el atributo moral de Dios en virtud del cual Dios tiene relación con sus criaturas para concederles todo género de bien posible de manera desinteresada, incesante y perfecta.
En este sentido, la relación de amor de Dios con los patriarcas, profetas y con cada uno de nosotros ha sido real, personal y práctica. Cuando Dios se manifestó a ellos y a nosotros no fue una fantasía, sino una manifestación real y personal y siempre práctica al concedernos todo género de bendición espiritual y material. Prueba de ello es que nos dio a su Hijo Jesucristo quien dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro.5:8). Por esta razón, Dios quiere que nuestra relación con Él también sea real, personal, práctica y permanente a través del vínculo perfecto que es el amor en Cristo Jesús.
Cuando esta relación personal con Dios responda a estas características, nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Querido amigo lector: Dios se interesa en ti. Él quiere establecer ahora mismo una relación personal contigo. Cada uno de los personajes bíblicos aceptaron la invitación de Dios y establecieron una relación personal de amor con Él. ¿Qué harás tú?
* Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional. ser@iciar.org
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