Opinión

Eben-ezer

“Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen,
y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová” (1S.7:12).

Cuando Samuel, juez de Israel, reunió al pueblo en Mizpa para ayunar y confesar sus pecados delante de Jehová, los filisteos subieron contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos.

Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos. Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová por Israel, y Jehová le oyó.

Y aconteció que mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Más Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel.

Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta debajo de Bet-car. Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová (1S.7:81-2).

En el contexto de este suceso extraordinario en la vida de Israel podemos reflexionar:

Primero. Cuando Samuel reconvino a la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos, todo Israel respondió al llamado de Samuel.

Muchas veces nosotros también somos reconvenidos por Dios, por sus siervos o por las circunstancias para volvernos a Jehová, y no hacemos caso. Cerramos nuestro corazón a Dios y decidimos seguir siendo esclavos de nuestra carne, del mundo y de Satanás. Preferimos cargar nuestro pecado que disponer nuestro corazón a Dios y elegimos servirnos a nosotros mismos en lugar de servir a Dios.

Cuando los hijos de Israel quitaron todo estorbo de su corazón y sirvieron sólo a Jehová, Dios los libró de mano de los filisteos. Si Dios puede hacer lo mismo con nosotros y por nosotros, ¿por qué no atender el llamado de Dios?

Segundo. Dice la narración sagrada que cuando Samuel tomó el cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová por Israel, Jehová le oyó.

La acción de Samuel y la respuesta de Dios confirma la promesa divina: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3). ¿Qué hizo usted la última vez que afrontó una circunstancia difícil como la de Israel o la de Samuel? ¿Cuántas veces en lugar de buscar a Dios y clamar a Él vamos en busca de otros medios?

Dice la Biblia que cuando Samuel clamó a Dios, aquel día Jehová tronó con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel. ¿Por qué no hacer lo mismo cuando enfrentamos a los filisteos de este siglo?

Tercero. Después de ver la gloria de Dios sobre los filisteos, tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: “Hasta aquí nos ayudó Jehová”. El reconocimiento de la ayuda divina y el testimonio de gratitud se hicieron presentes. Israel había pasado por situaciones difíciles y en todas ellas les libró Jehová. De ahí el significado de lo inscrito en aquella piedra.

Hoy por hoy, nuestra piedra de ayuda es Cristo, por ello, ante los triunfos, retos y adversidades que ha enfrentado Mi Ambiente durante sus veintitrés años de existencia, hacemos nuestra la expresión de Samuel: Eben-ezer: “Hasta aquí nos ayudó Jehová”.

* Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org

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