Poco a poco, la estrategia del gobierno para hacer frente al fracaso electoral aparece en el horizonte. Y contra todo lo que se podía esperar, no encierra variante alguna en relación con la agresiva campaña realizada a lo largo del proceso electoral. Si ante los comicios se lanzaron acusaciones de todo tipo en contra de las oposiciones, fundamentalmente la que representa el priísmo, ahora se reviven los problemas del pasado no sólo para justificar la catástrofe electoral, sino para distraer la atención de lo que realmente sucede en el país. Así, ya en comparecencias en el Congreso, ya en otro tipo de foros, los panistas buscan que la sociedad crea que la crisis actual es cuando menos, resultado de los “malos gobiernos del pasado”. Pero en esta ocasión, los panistas podrían no sólo no haber entendido el mensaje dejado por la sociedad en las urnas, sino que podrían estar a punto de arriesgar el poco capital político que aún tienen en las manos.
No se trata por supuesto, de justificar el pasado. De lo que se trata es de entender, o al menos de hacer el intento de ello, la forma de pensar de los panistas y del gobierno. Si la sociedad se negó en las elecciones a respaldar al gobierno de Felipe Calderón, ¿cuál es el caso de buscar culpables en la trinchera rival? Los panistas no pueden, a pesar de todo lo que alegan, escapar al terrible hecho de que tienen nuevo años al frente del poder federal. Y en ese tiempo, los resultados son, en el mejor de los casos, desalentadores. Incapacidad, corrupción, falta de proyectos y división de la sociedad son apenas parte del saldo de un sexenio y medio bajo la conducción del panismo. Así, escuchar a los blanquiazules, ya sean legisladores, ya funcionarios públicos, revivir el pasado para evadir sus responsabilidades, suena a una enorme irresponsabilidad. El PAN no ha logrado una sola de las grandes metas prometidas a la sociedad. El cambio no aparece por ningún lado. Y contra lo que los discursos señalan, la realidad deja ver que los mexicanos, todos, tienen más quejas que simpatía por el panismo.
Por supuesto, la idea de los panistas radica en la intención de hacer creer que el priísmo es ahora el responsable de las decisiones de gobierno. Y esta no es sólo una falsedad, sino una intentona absurda. Felipe Calderón es la cabeza del gobierno. Y como tal, guste o no, es el encargado de hacer valer su posición. Se quiera o no, toca al gobierno la presentación de los proyectos que deben debatirse en el Congreso. Y en tanto el gobierno no haga tal, todo lo demás sale sobrando. Por lo pronto, el PAN y el gobierno saben que el rechazo es enorme. Y buscan traer los fantasmas del closet para justificar sus fracasos… Beatriz Paredes puede presumir de salud todo lo que quiera. Para nadie es un secreto que un problema médico se traduce en debilidad política. Y que se acepte o no, la hoy líder del PRI no está en condiciones de llevar la pelea política de la forma en que la tenía planeada… El tema de la fabricación de culpables para “resolver” los casos más sonados de la criminalidad en la capital del país se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para Marcelo Ebrard. El secuestro y asesinato del joven Fernando Martí es ahora un problema político que puede llevar al gobierno capitalino a uno de los ridículos más grandes de mucho tiempo. Es fácil recordar a Marcelo Ebrard con su grito de “yo no renuncio” y su promesa de resolver el tema de la inseguridad en la capital cuando el señor Martí soltó aquello de “si no pueden, renuncien”. Ahora, las pruebas establecen que la “solución” del caso fue fabricada. Y aparecen los fantasmas del pasado a lo largo de los casi doce años de gobierno perredista en el Distrito Federal. El perredismo en el poder, fabricó culpables para “resolver” el asesinato de Leopoldo Uzcanga. Fabricó culpables para “solucionar” el crimen de Francisco Stanley. Fabricó acusaciones en contra de Carlos Ahumada para proteger a Gustavo Ponce y a René Bejarano. Y ahora, los mismos que realizaron estas “respuestas”, son los mismos investigadores que dieron “solución” al caso Martí. El problema es que Marcelo Ebrard aparece como verdadero responsable de todo este problema. No puede dejarse de lado el hecho de que en el sexenio pasado, con Andrés López a la cabeza, Ebrard se desempeñaba al frente de la policía capitalina. Así, no puede alegar desconocimiento de lo que sucede en el aparato de justicia a su cargo. El problema no es sólo de capacidades e incapacidades para resolver este tipo de asuntos. El problema es que las “respuestas” a la inseguridad, se han convertido en un instrumento político que todo lo que pretende es dar al señor Ebrard, una mejor imagen para consolidar sus ambiciones políticas.
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