Los movimientos de la vida normalmente no van en una sola dirección, aunque así se pretenda, tienen ida y vuelta.
La religión es el anhelo de vida, pero no está completo ese anhelo a menos que halle su sentido completo.
Cuando no se halla ese sentido completo, la religión produce descontento y rebeldía, es el continuo peregrinar en busca del gato negro que se supone está en el cuarto oscuro, pero que realmente no está.
En la religión hay ese doble movimiento de ida y vuelta, o si usted quiere como también lo han dicho otros; “el ascenso y descenso de elevador” mientras unos suben otros bajan.
¿Qué es lo que se busca en la religión? ¿estamos tratando de hallar a Dios, o Dios nos está buscando a nosotros?
Algunos dicen que en el Antiguo Testamento, las Escrituras Hebreas, el hombre busca a Dios, el Nuevo Testamento, las Escrituras sumadas al Antiguo Testamento, que llamamos Biblia, nos dice que Dios busca al hombre.
La verdad completa es que Dios siempre ha buscado al hombre, es el “Amante cósmico” que sale por el universo a cortejar a su creatura.
Si la religión es el doble movimiento, el de arriba y el de abajo, el de Dios y el de nosotros, el punto inevitable del encuentro siempre lo será Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. El Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. En la obra redentora a favor de la humanidad, es el hombre quien asciende ante la presencia de Dios. En la Encarnación es Dios quien desciende hasta el hombre. De esta manera surge en el hombre el espíritu de vida que es el Espíritu de Dios, cuando el hombre asciende hasta Dios, aunque esté en esta tierra, ya es un súbdito del Reino de los cielos.
Se hace necesario que hablemos del Reino de Dios en esta tierra, nos ocuparemos de esto, pero desde ahora decimos que el gran ministerio de Jesucristo por espacio de tres años y medio en esta tierra, enseñó siempre que el Reino de los cielos dentro de nosotros está.
El orden de este Reino, fundado en el amor de Dios, es de redención, de justicia y de fraternidad de todos los hombres. El orden de abajo, el terrenal, es un sistema basado en la avaricia, egoísmo, explotación y abuso de nuestros semejantes.
El Reino de Dios, si bien es cierto que se encuentra en el Nuevo Testamento, también está en la estructura del universo y en nuestro mismo ser mental y moral.
Nuestra oración debería ser más o menos en estos términos: Padre estamos muy cerca de ti, percibimos tus leyes y nos damos cuenta que son las mismas leyes de nuestro ser. Tu voluntad anhelamos conocerla. Ayúdanos a descubrir tu Reino, ayúdanos a comprenderlo para que podamos obedecerlo. Amén.
Pastor General de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, AR. ser@iciar.org
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