En pleno desorden político, el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, incursionó en el Estado de México para hacer campaña a favor de un candidato imaginario que, según él, termine con el dominio priísta de 82 años en esa entidad.
Ebrard es de los ilusos que, suponen, para llegar a Los Pinos primero se debe derrotar al candidato del gobernador Enrique Peña Nieto en el Edomex.
Cuando todavía no termina Felipe Calderón su cuarto año de gobierno, enloquecidos por el poder como Ebrard han tomado al Estado de México como campo de batalla política. Por el estilo está Andrés Manuel López Obrador, quien recorre los 125 municipios mexiquenses para demandar el rechazo a alianzas de partidos de “izquierda” con el PAN.
El “Peje” López Obrador insiste que el PAN-Gobierno le robó la Presidencia de la República en el 2006 y por ello plantea a la población mexiquense el rechazo de toda alianza con la derecha panista. Además, el tabasqueño no ha cejado en defender a los más pobres y necesitados contra la insolente clase enriquecida.
¿Y Ebrard qué? Como priísta fue empleado del regente Manuel Camacho Solís, quien lo sigue cabalgando, y ambos otorgaron cuantiosas sumas a López Obrador cuando éste hizo sus plantones en el Zócalo.
En pago a esas dádivas, AMLO nombró a Ebrard secretario de Seguridad Pública y, años después, abrió las puertas a Camacho Solís para convertirlo en diputado federal.
O sea, es jefe de Gobierno por los apoyos del “Peje” y ahora le juega las contras. Por ello, el tabasqueño lo incluyó entre los “traidores” del PRD, si bien dijeron ambos el martes pasado que no hay pleito entre ellos.
Por sí mismo, Ebrard no va a imponer a un candidato en el Edomex, como presume, así lo apoye el destrozado PRD, aún dirigido por Jesús Ortega. Y tampoco va a lograr la alianza con el PAN si la mayoría perredista la rechaza, merced a la campaña de López Obrador en ese estado.
Incluso en estaciones de radio le dicen a Ebrard que debiera de tapar los millones de baches en el Distrito Federal y poner orden en las mafias de microbuseros y taxistas, en vez de causar alborotos en el Estado de México, como se lo dijo el gobernador Peña Nieto.
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