El miedo invade el país. Toda la población vive bajo ese pasmo de la incertidumbre. Suman años de lucha armada, de crímenes, de cuadros sangrientos inenarrables. Son hechos jamás imaginados. México está aterrorizado. La delincuencia impera. El crimen organizado es interminable. Miles de personas asesinadas. Todos los estratos sociales son atacados. El asesinato del joven, José Eduardo Moreira Rodríguez, de 25 años de edad, casado y un hijo de 8 meses de edad. Sacudió las conciencias.
Su padre, sumido en el dolor, dijo: “Mi hijo viene a ser uno de los miles de muertos de esta guerra, de los miles de esta guerra que es muy triste. Lo vivo ahora, en carne propia”. Lo expresó Humberto Moreira Valdez, ex gobernador de Coahuila, ex presidente nacional del PRI.
El joven Moreira laboraba en el gobierno estatal, en el sector social de atención a familias marginadas. Su cuerpo sin vida fue encontrado en un paraje de un ejido, de ciudad Acuña, la noche del miércoles. Había quedado con su papá de reunirse el sábado. Cimbró las estructuras del Gobierno Federal, de Felipe Calderón, del gobierno estatal y del sector político nacional. Pero el dolor familiar, fue, y es, el mismo de padres humildes, de clase media, que ya no vieron regresar a sus hijos con vida. Es el escenario de la pesadilla nacional. Es un cuadro del diario. Repetido. No hay tranquilidad.
Un padre ve por la ventana de su casa, en la ciudad de México, a tres sujetos, desmontar y robar las 4 llantas del automóvil de su hija. Y no lo impidió. Eran las 7 de la mañana. Los delincuentes iban armados. Tampoco hicieron denuncia ante la Procuraduría. Es el miedo a perder la vida.
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