El acuerdo firmado entre el PRI, el PAN y los gobiernos federal y del Estado de México ha provocado reacciones de todo tipo. Menos las que podrían esperarse. Los involucrados han tratado de escabullir el bulto mediante mentiras, disculpas, ataques a la contraparte, insultos y acusaciones de todo tipo. Pero ninguno de los involucrados ha rendido ante la sociedad, cuentas sobre lo que realmente sucedió. Es obvio que el gobierno del Estado de México aparece en el acuerdo, como el gran beneficiado. Y es obvio que la parte a la que el PRI se comprometió resultaba tan seria, que los firmantes decidieron no ponerla por escrita. Es obvio que el PAN con César Nava como responsable, demostró un infantilismo político enorme y que el PRI de Beatriz Paredes acreditó incapacidad y perversidad política. Pero por todo lo anterior, lo que hace falta es la explicación de fondo y real del problema. Para todo mundo es obvio que Beatriz Paredes y Enrique Peña Nieto integraron una alianza política apenas se conoció el resultado electoral de julio del año pasado. Y con esa alianza modificaron la estructura política que había permitido a Manlio Fabio Beltrones aparecer como el interlocutor entre el priísmo y el gobierno de Felipe Calderón. Los tres primeros años del actual gobierno se desarrollaron bajo la idea de los acuerdos, el respeto a lo pactado y los avances, pequeños e insuficientes, pero avances al fin. Se tenía de muchas maneras, una agenda y un tiempo. Cambiadas las partes negociadoras, la realidad establece que el resultado no es alentador. La primera negociación entre el grupo de Beatriz Paredes y Enrique Peña Nieto con el PAN y el gobierno de Felipe Calderón, ha llevado al país a una seria crisis de gobierno, gracias a los puntos pactados y a la forma que se tomaron los acuerdos. Y esto es algo que no puede perderse de vista. Después, está claro que el aumento en los impuestos, demandado por el gobierno con el argumento de que se tenía un “hoyo fiscal” de casi 400 mil millones de pesos para este año, no tenía razón de ser. Así, el gobierno y el grupo de priístas con el que se negoció, decidieron elevar impuestos para obtener un dinero que no se necesitaba realmente. Y a cambio de los aumentos, se acordó una posición político electoral que, de muchas maneras, atenta contra la democracia. El aumento, por lo demás, ha impactado de manera negativa, renglones como el crecimiento, la inversión, la inflación y el empleo. Esto es, ha dañado el crecimiento del país. Esto no puede perderse de vista. Ahora, hay insultos y movimientos para que la “otra parte” sea la responsable, cuando en realidad todos los involucrados resultan culpables. El acuerdo fue tomado bajo condiciones políticas de grupo. Y sus puntos resultan ser contrarios a los intereses de la sociedad. Y los participantes quieren evadir la responsabilidad.
Por ello, los insultos y el escándalo que se han vivido en estos días, no son más que parte de la estrategia destinada a evitar que las cosas se aclaren realmente. No hay, dígase lo que se diga, partes inocentes. El pacto fue para aumentar impuestos y para negociar elecciones. Y los gobiernos del Estado de México y Federal por un lado, y el PRI de Beatriz Paredes, y el PAN de César Nava, no pueden escapar a sus acciones. Lo de menos son los debates y el intercambio de ataques y acusaciones. Lo que importa realmente, es el fondo del acuerdo y la forma en que las partes lo elaboraron. Unos de espaldas a la promesa de campaña y otros con la mira puesta en un dinero que no necesitaban. Y ambos a espaldas de la sociedad. Y en tanto no se explique todo esto, nadie quedará a salvo de futuros acuerdos tomados “en pos de la gobernabilidad”. Las mentiras están a la vista. Los meses de desgaste han alcanzado un punto crítico. La caída en popularidades y respaldos es evidente. Pero ello no aclara la parte importante. Y ese es el punto que a la sociedad importa. El escándalo y los intentos por escapar a la “quema” resultan evidentes y hasta risibles. Pero para que el país sepa que en verdad hay avances, lo que hace falta es transparencia total en todo esto. Y eso es precisamente lo que los firmantes del pacto no quieren entregar.
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