Así, Vicente Fox hace una nueva aparición en el escenario nacional para poner a Los Pinos y a Felipe Calderón en el ojo del huracán con un sólo movimiento. Su afirmación de que el PRI podría retornar al poder en el 2012, bastó para que desde el poder se mostrara no sólo la ira, sino la falta de velocidad para las respuestas inteligentes. Pero en el fondo, el problema del gobierno con Vicente Fox se reduce a la batalla que se libra al interior del PAN y que amenaza con convertirse en un asunto muy serio. Vicente Fox aparece como la punta de lanza del grupo rival del señor Calderón que pretende recuperar el control del partido blanquiazul. Y por supuesto, el manejo de las candidaturas.
Vicente Fox desarrolla una estrategia que, contra todo lo que se diga, le resulta siempre efectiva. Puede ser que de frente a la opinión pública las cosas no sean tan positivas, pero es obvio que hacia el interior del panismo no son pocos los que están de acuerdo con la idea de evitar que el Presidente Calderón mantenga el control de Acción Nacional. Pero eso no es todo. No parece que el proyecto del señor Fox sea sólo ayudar a la recuperación del manejo de su partido. Bien pudiera ser que además, existiera alguna idea de corte personal. Y ello pasaría por el Distrito Federal… Del mismo modo, aparece la Secretaría de Gobernación, por conducto del propio secretario, Francisco Blake, para ofrecer a todos los partidos políticos un pacto de neutralidad con miras a dar a las elecciones presidenciales del 2012, la tranquilidad que se requiere. Pero esto, dígase lo que se diga, es un absurdo.
El gobierno federal tiene la obligación de ser neutral. Esta es una bandera que el PAN esgrimió a lo largo de toda su trayectoria como oposición. Y ahora hace el ofrecimiento con la idea de que todo mundo olvide que los dos Presidentes de la República emanados de sus filas, Vicente Fox y Felipe Calderón, han quedado ubicados, por fallos de la autoridad electoral, como violadores de la legislación electoral. Así, el ofrecimiento del gobierno puede ser todo lo bueno que se quiera, ¿pero cómo es que se logrará la garantía de que no se romperán los acuerdos justo en el momento en que la batalla realmente dé principio? Y para no esperar al 2012, las elecciones del año próximo en entidades como Guerrero y México, podrían ser un termómetro adecuado para saber hasta dónde en realidad, está dispuesto a llegar el gobierno en aquello de la neutralidad… Para no ser menos, el perredismo ha puesto de manifiesto la enorme división que azota su estructura.
El entreguismo ante el gobierno federal de Jesús Ortega y su grupo se ha convertido en la bandera sobre la cual Andrés Manuel López Obrador habrá de montar su campaña para recuperar el poder de su partido en los primeros meses del año próximo. Y no será mucho el esfuerzo que el tabasqueño tendrá que hacer para acabar con el grupo rival.
En el fondo, Ortega alcanzó el poder en el PRD mediante el evidente apoyo oficial y un fallo de la autoridad electoral más que cuestionado. El apoyo perredista a Felipe Calderón se convirtió en una victoria en Oaxaca, que nada tiene que ver con el panismo o el perredismo, y con un esfuerzo de Manuel Camacho para tratar de aparecer como el gran ideólogo de esa estrategia. Pero AMLO sabe que al momento de la verdad, la mayor parte de los votos los tiene en la bolsa. Y sabe que Jesús Ortega no resistirá una ofensiva abierta en su contra.
Así, eso que llaman la izquierda en México, podría en poco tiempo, iniciar una nueva fractura. Y ahora sí, con resultados más que desastrosos… Y como número final, habrá que comentar el nada gracioso hecho de que en el Metro en la ciudad de México, fue detenido un conductor en estado de ebriedad. Esto que para muchos podría ser algo carente de importancia, resulta ser un ejemplo muy claro de lo que sucede en el gobierno de la ciudad.
¿Qué clase de controles se tiene en un servicio como el del Metro? ¿En cuántas dependencias más es posible que suceda algo similar? ¿Qué clase de gobierno es el de Marcelo Ebrard que impone operativos como el del alcoholímetro para fastidiar a los capitalinos, pero es incapaz de mantener las normas mínimas de comportamiento entre sus trabajadores? Este es un hecho grave. Y diga lo que diga el gobierno capitalino, no es más que la prueba de que el Distrito Federal tiene más problemas de los que las autoridades quieren reconocer.
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