Ricardo Chávez,
Colaborador invitado
Los países desarrollados cargan sus costos sobre las economías de los países emergentes y, de hecho, muchos de ellos soportan la capitalización del fondo de reserva del Fondo Monetario Internacional (FMI) para apalancar y salvar de las crisis económicas al modelo de desarrollo económico neoliberal, que no es otro que el capitalismo que los desarrollados, a toda costa, pretenden mantener como economía rectora en el mundo, obligando a los emergentes a abrir sus economías y mercados nacionales a grupos y consorcios financieros y comerciales multinacionales con el sueño de incorporar sus mercancías y productos a los mercados de los desarrollados, anteponiéndoles una serie de requisitos y proteccionismos que hacen casi imposible la realización del libre mercado con su política económica de doble rasero que complica más el acceso de los emergentes a sus mercados.
Se les mantiene cautivos a través de los apoyos económicos del FMI, con recetas y recomendaciones, de inmovilizadoras austeridades para, según ellos, salir de las crisis financieras con ajustes de bajos salarios, disminución de derechos y prestaciones sociales que profundizan las carencias de los sectores sociales, despidos anticipados de jubilados afectando sus derechos laborales y caída de mercados nacionales, situación que en Europa ha generado grandes movilizaciones de trabajadores, desocupados, en su mayoría jóvenes, en Grecia, Italia y España, afirmando por algunos países europeos participando en el encuentro con países desarrollados y emergentes en Los Cabos, BCS, que ellos fueron los que recibieron y están soportando con sus economías en crisis, los coletazos del impacto del desajuste de la economía norteamericana desde 2008 y que en forma profunda ha repercutido en las economías de los países citados, que no sólo afectan su vida económica y social, si no que ha desestabilizado su vida política, llegando a cargos de administración pública, personajes que están efectuando los ajustes económicos que dejan en la indefensión social y económica a millones de ciudadanos.
Otro hecho,fruto del encuentro de Los Cabos, fue la apertura e incorporación a las redes del mercado norteamericano, mediante el acuerdo, asociación transpacífico, al que accedió México, como quien dice arrastrando la cobija ante las exigencias de los requisitos impuestos a nuevos socios, ya que sólo cumplió con algunos de ellos, que realmente los impone la cabeza del grupo que es la economía norteamericana, además, para estar a tono de las políticas financieras del FMI, aportó a su capital social, 10 mil millones de dólares y, sostuvo la organización logística y costo del evento de Los Cabos, recursos financieros que se suman a los 450 mil millones de dólares aportados al capital social de FMI, que es el instrumento económico de los países desarrollados para imponer sus políticas y recetas restrictivas a los emergentes y a los que recurren al financiamiento de este organismo internacional, por lo que se busca oxigenar la vida económica del proyecto neoliberal que se apoya en el libre mercado e impone la apertura de mercados de economías emergentes, restricciones salariales a los trabajadores, apertura de inversiones extranjeras para explotar sus recursos naturales con sus respectivos impactos sobre la ecología, recetas indeclinables sobre esos países que caen en quiebras financieras hasta que salgan a flote, costo que pagan muy caro sus sectores sociales endeudados.
En el G-20, muchos de los representantes de los países integrantes de este bloque económico solicitaron tener representación de sus países en las estructuras de las instituciones financieras mundiales; crear programas financieros para generar fuentes de trabajo que prevengan colapsos sociales y políticos, ante la apabullante desocupación en las economías emergentes y, porqué no decirlo, en los desarrollados que se resisten a los programas relacionados con la justicia social, establecer impuestos fiscales y a transacciones financieras. Todas las participaciones estuvieron cruzadas con consideraciones prioritarias, de fomento a las instituciones financieras y estabilidad económica, sujetas a tener una salud financiera para después derivar a la producción y creación de empleos y derechos sociales. Como quien dice: hay que amarrarse los cabos.
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