El gran acierto de Felipe Calderón, estrenándose como Presidente de México, fue declarar el combate físico, armado y jurídico, al narcotráfico y a las bandas del crimen organizado; tras el sexenio vacío y alocado del foxiato, que de la Seguridad Pública, hizo un refugio de políticos oportunistas, como Miguel Angel Yunes, Roberto Campa, empujados por Elba Esther Gordillo; o académicos reconocidos, de espíritu aventurero, como Alejandro Gertz. La delincuencia creció e impunemente se extendió por el país.
Por gobiernos estatales agachones e inútiles en seguridad, como Eugenio Hernández, Tamaulipas; José Natividad González, Nuevo León; el de Durango o Morelos y otros. Estos merecen un juicio. Y el gran error del mandatario, que se vive, con un país enlutado y desangrado. De tajo marginó la estructura nacional, en ella había muchos buenos policías para renovar los cuerpos. Formar un consejo policiaco nacional, con verdaderos policías, no con ciudadanos adoloridos o voluntariosos, pero ignorantes e incapaces de investigación.
El Presidente como Jefe de las Fuerzas Armadas, sacó al Ejército, a la Marina y estos no son policías, no son investigadores, son de lucha, de ataque y muerte. Por ello violan con frecuencia los derechos humanos. No se escogió a los buenos policías. A la policía la denostó la izquierda guerrillera. Actos como la de Victoria Adato desapareciendo la DIPD, echándolos a la calle a todos. El error de Manuel Camacho, del GDF, para congraciarse con izquierdistas despidió a Javier García Paniagua y Miguel Nazar, dejándolos en el vilipendio. Así se humilló, se dejó paso al infundio contra la policía. En este sexenio se declaró corrupta, delictiva y criminal, con rasero. No hubo la selección. Hoy la delincuencia está super armada. Regresar al Ejército a las instalaciones, sería un suicidio, como dice el poeta y víctima Javier Sicilia. En el final del sexenio, Calderón reivindica y por decreto declaró 2 de junio, Día del Policía.
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