Marcelo Ebrard no tenía experiencia en la conducción de policía y tampoco sobre seguridad pública. Le ofrecieron el puesto de director de la policía de la ciudad de México. Lo aceptó. Muchos errores tuvo; probablemente algunos hechos buenos. La incapacidad costó vidas humanas. Un amotinamiento ciudadano culminó en largo e indescriptible linchamiento, con golpes y quemados vivos, hasta su muerte.
El descarnado crimen colectivo. Con martirio de cuatro personas duró horas. Fue en Tláhuac. El director de la policía contaba con helicópteros. La escena, como película, se transmitió paso a paso por la televisión. Todos esperaban la acción triunfal de la policía y salvar las vidas. Las horas pasaron. La tarde terminó y llegó la noche. Murieron. Un grupo azuzó a la gente. Dijeron que eran secuestradores de niños. Resultó que eran policías federales. Investigaban sobre una banda delictiva y guerrillera. Ebrard olvidó la tragedia. Y el perredismo, con AMLO, lo llevaron a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
Otro fracaso. Con pérdida de más de 40 mil millones de pesos. Construyó la Línea 12 del Metro. Y no sirvió. Funciona en retazos. Ya pasó un año y miles de capitalinos viajan inhumanamente a diario. En pedazos de Metro y pedazos en autobuses, ya avejentados. Ebrard es candidato pluri del Partido Ciudadano. Será diputado. ¿Quién hace la justicia y castiga?. Inventen el delito de “político incapaz”. Con cárcel.
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