“Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mt.21:9).
La entrada triunfal del Señor Jesús a la ciudad de Jerusalén, conocida popularmente como “Domingo de Ramos”, constituye un parteaguas en la vida, obra y ministerio del Hijo de Dios.
1. Cumple la profecía: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zac.9:9). “Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego; te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora. Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos” (Sal.118:25-26). La descripción exacta que hace el profeta Zacarías respecto a la naturaleza, carácter y entrada del Señor a Jerusalén, nos permite afirmar: ¡Jesús es el cumplimiento de la profecía!
2. Manifiesta su linaje real. En cuanto a la carne es descendiente de David, y por tanto, con derecho legítimo al reino. Su entrada triunfal es como verdadero Rey. Los cuatro evangelistas dan testimonio del reconocimiento y exclamación de la multitud, que decía: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! (Mt.21:9). Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! (Mr.11:9-10). ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! (Lc.19:38). ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Jn.12:13). Frente al testimonio indubitable de los evangelistas, exclamamos: ¡Jesús es el Rey!
3. Reafirma su deidad. Ese mismo día Jesús entró en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y vinieron a El en el templo, ciegos y cojos, y los sanó (Mt.21:12-14). Ante la autoridad del Señor para purificar el templo y su poder sobre las enfermedades, confirmamos: ¡Jesús es Dios!
4. Inicia su pasión y el final de su ministerio terrenal. Cuando llegó cerca de la ciudad de Jerusalén, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Más ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti, piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación (Lc.19:41-44). Pocos días después, estando en Getsemaní, previo a su aprehensión, a tres de sus discípulos, dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo (Mt.26:38). En esa misma hora, oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra (Lc.22:42, 44). Después de esto vendría su aprehensión y crucifixión. Su tristeza, dolor, llanto y amor por la humanidad perdida nos mueven a creer y confesar: ¡Jesús es verdadero Hombre!
La majestuosidad real de Jesús hizo que la ciudad de Jerusalén se conmoviera y muchos preguntaran: ¿Quién es éste? La pregunta en sí misma revela desconocimiento, incredulidad y rechazo respecto a la persona y deidad de Jesús, pues pocos días después exclamarían: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Por ello cuando el Señor vio la ciudad de Jerusalén, lloró sobre ella, porque no conoció el tiempo de su visitación.
Para ti, ¿quién es Jesús? O es verdaderamente el Hijo de Dios o un impostor. Si es un impostor la división de la historia en un antes y en un después de Cristo es una farsa. Pero si para ti Jesús verdaderamente es el Hijo de Dios, yo te invito para que abras la puerta de tu corazón y le recibas como Rey y Salvador. El tiempo de su visitación para tu vida es hoy. No le rechaces. Deja que entre triunfante hoy a tu corazón; y juntos, exclamemos: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
* Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org
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