Adolfo Montiel Talonia
La matanza de cuchillos en la prisión de Topo Chico, de Monterrey, la noche siniestra del jueves 11 de febrero. Como en danza macabra, dos bandas se mataron entre sí, con cuchillos y varillas punteadas. Cuarenta y nueve personas perecieron. 45 eran prisioneros que purgaban una sentencia y los otros cuatro eran infiltrados en la prisión de alta seguridad. En medio de ese escenario noctámbulo surgió el nombre de Jaime Rodríguez, “el bronco”, el político que sacudió el país políticamente por abandonar el PRI y ganar la gubernatura de Nuevo León, como candidato independiente.
En campaña “el Bronco” mantuvo la acusación, sin pruebas, de que el anterior gobierno que salía era una banda de extorsionadores, corruptos y mañosos. Vociferó que mucho irían a prisión con el gobernador Medina. Así con versiones de corrupción mantuvo una elección de triunfo. Pero no metió al gobernador anterior a la cárcel.
Más pronto que tarde exhibió su limitación y despertó la sospecha de corrupto.
Resulta que las llamadas prisiones de alta seguridad o similares, son cuidadas por fuerzas federales, desde la Marina o el Ejercito. El nuevo gobernador canceló el contrato. Dijo: “las prisiones me las dejan”. Por la matanza se levantó una investigación y un inventario. Era prisión de 7 estrellas, bar, baños sauna, celdas de lujo. Por ahí pasa mucho dinero. Es un escándalo. El gobernador merece juicio político. Pero la llegada del Papa a México desvió la atención. Las advertencias del Pontífice sobre el crimen y la delincuencia se dio con el gobernador de Nuevo León. Las cárceles derraman mucho dinero. Ahí está la fortuna.
Comentarios Cerrados