Así, el señor Cordero no hizo nada que no esté de acuerdo con su formación y su convicción. Su forma de trabajar no puede estar más alejada del interés de los mexicanos. Ello no es posible. Así, su afirmación en torno a los “seis mil pesos” y la habilidad de las familias para salir adelante con un ingreso mensual de este tamaño, no es más que algo lógico. Esta es la idea que en el gobierno se tiene de la administración pública. Pero, con su afirmación, Cordero nos lleva, o debería conducirnos, al debate económico que no se ha querido escenificar a pesar de los muy escasos logros registrados en el país, en el supuesto de que algo se haya logrado.
Así, para aprovechar la torpeza y falta de sensibilidad de la Secretaría de Hacienda, sería interesante debatir de una buena vez, el tema del salario, la pérdida de poder adquisitivo y las obligaciones constitucionales en este punto. Del mismo modo, sería vital, ubicar en la agenda de ese debate, todo lo relacionado con el mercado y todo lo que se necesita para de una buena vez, darle no sólo forma y contenido, sino proyección y crecimiento. Y claro está, tendríamos que discutir, en serio, todo lo que significa el modelo económico.
A todo mundo le ha quedado claro que Ernesto Cordero defiende un modelo en el que “seis mil pesos” son suficientes. Y todos los que cuestionaron esa idea, suponen que no es real esa visión. Con ello, habrá que debatir el punto de los supuestos sobre los que descansa el programa oficial, frente a las realidades de los millones de mexicanos que, día con día, tienen que sobrevivir con un salario mínimo que, “como referente” según el gobierno, resulta ya no sólo insuficiente, sino abiertamente ofensivo. El señor Cordero tenía en la mano el “avance” macroeconómico y pretendió presumir el éxito del crecimiento del año pasado.
Pero no soportó la tentación y quiso llegar a los bolsillos de los mexicanos, sólo para demostrar su desconocimiento de la realidad del pueblo. El debate no puede estar más claro en su proyección. Falta simplemente desarrollarlo. Y las campañas electorales de este y el próximo, parecen ser un buen marco para la discusión… Pero en tanto el gobierno patina y no resulta capaz de encontrar una salida a sus muchos problemas, el PRD de Jesús Ortega, con Manuel Camacho como estratega y Marcelo Ebrard como beneficiario, quisieron entrampar a Andrés Manuel López Obrador y fracasaron en su intento.
El asunto de la encuesta en el Estado de México para decidir si debe o no construirse una alianza electoral con el PAN para enfrentar al PRI de Enrique Peña Nieto, no es más que el intento, tramposo como todo lo que elabora Manuel Camacho, para acabar de una buena vez, con las aspiraciones de AMLO en torno al 2012. La idea es obligar a López a aceptar la consulta. Alcanzar con el peso del aparato partidista el “sí” y con esto en la bolsa, trabajar para el momento adecuado, realizar una nueva consulta para la candidatura presidencial y “democráticamente” llevar a Ebrard a la candidatura.
Pero AMLO no cayó en la trampa. Y dobló las apuestas al grupo de Camacho. Con la idea por supuesto, de llevar las cosas al extrema y en su oportunidad, dar el golpe de gracia a una dirigencia no sólo entreguista como la de Jesús Ortega, sino incapaz de alcanzar definiciones sin tener a Camacho como gran ideólogo… Pero los problemas para Ebrard no terminan ahí. La entrega de terrenos a Guillermo Salinas Pliego para sus negocios, justo cuando se reprime a la sociedad que protesta por obras como la llamada supervía, pone en claro que al gobierno capitalino lo que le interesa es el poder, no la responsabilidad social.
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