La torre de Babel

Marcelo Ebrard

Hasta con ver los rostros de los líderes de  la oposición y leer sus comunicados y  declaraciones, para entender que Manuel Camacho es el gran derrotado en el Estado de México y que Marcelo Ebrard es aún el empleado obediente del siempre ambicioso ex jefe del gobierno del Distrito Federal. Camacho hizo una apuesta por demás elevada. Quería no sólo vencer al PRI en el Estado de México, sino además, aprovechar la inercia y acabar de una buena vez, con Andrés Manuel López Obrador. Y tenía en la mano la gran estrategia a base de alianzas ideológicamente carentes de ética, pero electoralmente redituables. Todo lo que se requería para culminar con éxito el gran proyecto tenía que ver con la elección del candidato priísta.

Camacho confiaba en una decisión que dejara fuera a Eruviel Avila. Y todo lo demás sería sencillo. Pero Enrique Peña Nieto dejó en la carrera a sus dos hombres más cercanos. Luis Videharay y Alfredo del Mazo, abandonó la presión del llamado Grupo Atlacomulco y optó por la unidad interna, aún cuando el abanderado no fuera integrante de su círculo interior. Y con ello, no sólo aseguró un priísmo agrupado y sin fugas, sino que dejó a Manuel Camacho sin abanderado real. Y como la famosa consulta en el Edomex había sido un verdadero fracaso, Camacho, Marcelo Ebrard y en general todos los “aliancistas” tuvieron que correr a buscar levantar el brazo al abanderado del PRD, Alejandro Encinas, en una demostración más de la total falta de congruencia y solidez ideológica de estos personajes.

En el Edomex pierde Manuel Camacho, Marcelo Ebrard hace el ridículo y gana Peña Nieto, con la evidente derrota de su ambición personal. Esto es, se vio obligado a ceder para mantener la unidad. O dicho de otra manera, no fue capaz de imponer a su candidato, so pena de provocar una fuerte fractura política. Pero el verdadero triunfador en todo esto, es Andrés Manuel López Obrador, quien no sólo venció la trampa que le tendía el grupo de Camacho, sino que ahora aparece como el verdadero líder de la mal llamado izquierda mexicana. Esto no quiere decir que el tabasqueño esté al borde de la gran victoria. Significa tan sólo, que en la batalla por una candidatura, acaba de dar un golpe muy severo a las ambiciones de Camacho representadas por Marcelo Ebrard… Por otro lado, las dirigencias del PAN y el PRD, desesperadas por la decisión priísta que les dejó sin aspirante sólido, son incapaces de explicar su ridículo y a todo lo que aspiran es a aparecer como una opción real, cuando en realidad el resultado de sus decisiones en el Edomex los coloca como los grandes derrotados en todo este asunto… Por otro lado y de manera acelerada y a pesar de los grandes esfuerzos del gobierno por dejar el tema de lado, el programa “rápido y furioso” se convierte a pasos acelerados, en un verdadero dolor de cabeza para toda la administración de Felipe Calderón.

En los Estados Unidos, el Congreso demanda explicaciones a todos los niveles y los responsables aparecen cada día que pasa, en los más altos niveles. Y para México la situación no es sencilla. La información que llegada desde el vecino país al norte establece hay quienes en nuestro país sabían de la introducción ilegal de armas a México para detectar a los grupos de narcotraficantes. Y como todo el proyecto terminó en un ridículo espantoso, hay quienes en Estados Unidos quieren cortar cabezas. Y por supuesto, en México hay muchos que podrían estar en peligro… Encuestan van y encuestas vienen y los aspirantes a la candidatura presidencial del PAN no sólo no crecen, sino que aquellos que aparecen como los más destacados de acuerdo a las consultas, no son los más ligados a Felipe Calderón. Así, Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota aparecen como los panistas más aceptados por la ciudadanía. Ello por supuesto, deja fuera de nivel a todos aquellos que desde el gabinete, quieren ser señalados como el abanderado. Pero al mismo tiempo, los dos más reconocidos no tienen el apoyo de Calderón, lo que nos lleva a una lucha interna en el partido en el poder que puede convertirse en algo muy serio al paso del tiempo.