Secuestro político o de chantaje económico. O por venganza. Es lo mismo; la violencia intimida y aterroriza a la sociedad. El crimen organizado se ha apoderado de la nación. Es en todos los niveles. Las bandas han alterado la paz social, acribillan, decapitan, secuestran y asesinan. Mueren sin identificar más de 23 mil personas. Muchos miles de jóvenes. Las bandas del delito común proliferan, asaltando autobuses, en el Metro, en la calle, en la esquina, en carreteras, roban, secuestran. Despojando del dinero-patrimonio familiar. Miles de familias mutiladas. Y en medio de ese tétrico escenario, nos encontramos con el secuestro de Diego Fernández de Cevallos. La violencia en escalada ataca el ámbito político.
Diego Fernández, de fuerte personalidad, militante notorio del Partido Acción Nacional, que con su estilo estridente, sacudió la estructura hegemónica y entronizada del Partido Revolucionario Institucional. Inteligente y con discurso político bragado, abogado penalista de barandilla, combativo, fue partícipe de la nueva historia política y democrática de México. Junto con Cuauhtémoc Cárdenas, del frente de izquierda que por enésima vez pretendió la unificación de la izquierda en otro intento de proyecto nacional, fundador del PRD; y Ernesto Zedillo, del PRI candidato emergente ante la muerte de Luis Donaldo, a manos de un maniático; Así, en un escenario incierto, surgió, por primera vez en la historia, el primer debate público entre los tres candidatos a la Presidencia de México. PAN y PRD vieron con gusto la decisión del PRI, de dar el histórico paso hacia la democracia.
Fernández de Cevallos, el litigante connotado, también fue por los numerosos juicios de alto nivel, incluso controvertidos, por ser contra actos del gobierno, federal o estatal, de los cuales casi todos ganó. Su concepto de la política lo llevó a la interrelación de partido, gobierno y político-ciudadano a entablar correlación con el PRI y el sexenio de Carlos Salinas. Forma de ver la transición. La ultra izquierda lo marcó como entreguista. Historia y presente, Diego fue secuestrado. Privado de la libertad, despojado del seno familiar, de su trabajo y martirizado. Y emergió una corriente política de izquierda extrema, con tinte pasional, desacreditando y vituperiando la vida y trayectoria pública del político. Son enfermedades de la democracia.
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