Durante el “desarrollo estabilizador” –958-970–, del entonces secretario de Hacienda, licenciado Antonio Ortiz Mena, México vivió un ciclo de oro de su desarrollo económico y social. Creció hasta el 8.7 por ciento anual; mejoró el salario de los trabajadoras anualmente, un promedio del 9 por ciento; la inflación promedio fue menor 3 por ciento y durante esta etapa, con apoyo en la productividad auténticamente nacional, no hubo devaluación del peso.
La propuesta por tanto hecha por el senador Manlio Fabio Beltrones para que se le otorgue la presa “postmortem”, a tan eficaz y patriota secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, no puede ser más afortunada en estos momentos de crisis, cuando México sufre la más espantosa etapa de decadencia que ha empobrecido a más de 55 millones de mexicanos y no se encuentra el camino de la salvación nacional.
Si con la propuesta de Beltrones, a favor de Ortiz Mena se quiere indicar que para la próxima administración 20012-2018, que según los vaticinios de los expertos ganará el PRI, puede adelantarse que a México le esperan tiempos mejores.
Es de pensarse, en base a la elemental lógica, que si el priísmo retorna al poder, se esforzará para no cometer los errores del “priísmo neoliberal”, representado por Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Salinas y Zedillo y la “alternancia” 2000-2009, quienes, en sus respectivas administraciones, se dieron a la ingrata tarea de desmantelar a la Revolución Mexicana y desmantelar nuestro aparato productivo y a nulificar las conquistas sociales que favorecían a la población.
México tiene que ir al re-encuentro de su destino nacional, Para lograrlo, nada mejor que el “desarrollo estabilizador” del licenciado Ortiz Mena, el cual fue la culminación del proceso de recuperación económica que empezó en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando, después de la nacionalización del petróleo y la restitución de sus tierras a los dueños originales de la tierra, los ejidatarios y los comuneros, fue acometida la industrialización del país.
El general Lázaro Cárdenas –l934-1940–, y el general Manuel Ávila Camacho –1940-1946–, en sus respectivas administraciones, pusieron al país en marcha y en momentos difíciles por la Segunda Guerra Mundial, el patriotismo impidió que en territorio mexicano fuesen instaladas bases norteamericanas.
Después del impulso de la modernización en el campo y la expansión industrial y la construcción de grandes obras públicas, entre ellas, presas y carreteras, en el régimen de Miguel Alemán –1946-1952–, con D. Adolfo Ruiz Cortines –1952-1958–, quedó prohibida la formación de monopolios, para que el sistema empresarial fuera democrático, sin capitales constituidos en “estado dentro del Estado”.
Con Adolfo López Mateos –1958-1964– y Gustavo Díaz Ordaz –1964-1970–, el licenciado Ortiz Mena, al frente de la secretaría de Hacienda, pudo llevar a efecto el “desarrollo estabilizador” que, considera este columnista, como el momento afortunado de los regímenes de la Revolución Mexicana en materia de desarrollo auténticamente nacional, clon beneficio para todos, sin excluir a la clase trabajadora tanto en la ciudad como en el campo.
No hablo de una situación perfecta, porque esto humanamente nunca ha existido, sino que entonces se llegó a lo perfectible, con buenos logros, lo cual dio respetabilidad a México en el ámbito mundial y en lo interior, se registraron avances que en la época neoliberal se han perdido, en la medida que se ha traicionado a la Revolución Mexicana y sus conquistas económicas y sociales.
El hecho de que el Senado de la República, al considerar al ex secretario de Hacienda, licenciado Antonio Ortiz Mena, merecedor de la “Presa Belisario Domínguez”, abre caminos de esperanza para México, al indicar que hay disponibilidad para reconocer y retornar al camino de la productividad auténticamente nacional, tanto en la ciudad como en el campo y los servicios, como la más legítima y segura fuente de bienestar.
El neoliberalismo tecnócrata, globalizador y macro-económico, pretende erigirse como un gigante del control mundial, a costa de la independencia de los pueblos y de la miseria de sus habitantes. En su delirio de grandeza irracional e irrealizable, la tecnocracia no puede derivar en el gigante que pretende ser, porque se asienta sobre pies de barro y la fuerza que utiliza para mantenerse, sólo es reflejo de su debilidad.
El reconocimiento a Ortiz Mena, reitero, abre caminos de esperanza para México, lo que se necesita ahora, es que haya congruencia entre el pensamiento y la acción.
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