¡Nos vemos a la salida!, así me sonó más o menos lo dicho por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a La Familia Michoacana e irremediablemente recordé los momentos, sobre todo en la secundaria, que como reguero de pólvora se corría la especie del enfrentamiento que se daría al concluir el día de clases.
En la mayoría de las ocasiones y creo que este momento también lo es, la pelea resultaba dispareja. Me explico, de un lado estaba el gandalla, el bravucón ese que era vecino de barrio bravo y cuadernos de los que tenían en jaque las inmediaciones de la secu.
Mientras que el otro, vamos el rival, era algo así como el defensor de causas nobles y justas y ¡claro está! defensor de compañeros y compañeras que eran maltratados por los pasados de lanza.
Así, sin querer queriendo, con “el “aquí los esperamos” me recordó las épocas en donde a última hora, el muchacho bueno de la película era convencido por su tierna noviecita de que “no tenía caso que se enfrentara a ese gañan, pues a fin de cuentas sólo es eso, un gañan. Mientras que tú, has demostrado ser todo un hombre”.
Eso sucedía cuando de verdad no se era tan gandalla y el enfrentamiento era cara a cara, cuerpo a cuerpo, pero obviamente no faltaba el guarro que dos cuadras adelante apañaba a los cuadernos de doble raya del muchacho de la “peli” para mandarle un recado, “la próxima sigues tú”. Por supuesto que no es nada como lo de Michoacán, en dimensiones, pero si en actitudes.
Pues si, efectivamente, la ciudadanía, por lo menos aquellos y aquellas que nos dedicamos a una forma honesta de vivir, no tenemos la culpa, pero sí se forma parte de la estadística. ¿Oyes, cada vez es más común escuchar, ya sabes que a fulano de tal o a fulana de tal la levantaron o tiene un pariente que fue secuestrado?.
Igual lo es que en una mesa donde se encuentran seis o siete personas, sólo una no haya recibido un mensaje a su celular en donde le avisen que se ganó una camioneta último modelo, 300 mil pesos y un balón autografiado de Ronaldinho.
Las denuncias siguen creciendo y se llega al final de la madeja con lo mismo, mensajes y llamadas salen desde teléfonos celulares que se ubican en cárceles de todo el país. Olvidemos, quizá por el momento la pregunta de ¿cómo entran esos aparatos, quién se los da, cómo los introducen? y otras más.
El chiste es que, aún cuando nos dicen “las llamadas fueron detectadas en el reclusorio..” fulano de tal, jamás terminan por informarnos qué, cuál y quién es el fulano o fulana que tiene ese privilegio, o bien identificarlo plenamente. Cierro pico.
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