Opinión

Provocan pánico y muerte, rumores

En 1965, estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM, bajo la dirección del profesor Ricardo Pozas Arciniega, antropólogo, hicieron un viaje de práctica a Nayarit. A Puga, lugar donde se encuentra uno de los ingenios azucareros de la entidad, correspondió ir a un grupo de cuatro de aquéllos. Gustavo de la Vega Shiota iba entre ellos.

Días antes, un sacerdote de la localidad informó a sus feligreses que “agitadores comunistas” llegarían. El rumor corrió por la población. Resultado: los jóvenes fueron recibidos hostilmente. Afortunadamente De la Vega pudo explicar que nada tenían que ver con tales ideologías. Además, demostró ser sobrino de algún obispo católico.

Aquel viaje de práctica pudo haber tenido mal fin debido al rumor sembrado por ministro del culto católico. Similar a lo que sucedió en San José Canoa, en el estado de Puebla en 1969, donde también un grupo de estudiantes y de maestros fueron asesinados, por rumores iniciados por el cura de la localidad, de que se trataba de “agentes comunistas”.

Ocurrió en Tláhuac, en el Distrito Federal, en ocasión en que tres elementos de la Policía Federal Preventiva fueron linchados por lugareños azuzados por personas anónimas presumiblemente vinculadas por bandas delincuenciales, las cuales los convencieron de que se trataba de secuestradores que estaban apostados frente a escuelas para tomar fotos de los niños. De los policías sólo uno sobrevivió.

Hay más ejemplos de rumores y consecuencias, como lo de San José Canoa y lo de Tláhuac. En el Estado de México, en Morelos, en zonas rurales del DF, en Puebla, en Veracruz y otros estados. El más reciente, el del jueves 6 de septiembre pasado que afectó a municipios de la entidad mexiquense y la zona oriente de la ciudad de México.

Acerca de Hector Villar Barranca

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