Recién nos hemos reunido un grupo de mexiquenses para dialogar acerca de las cosas que en nuestro Estado urgen y requerimos como ciudadanos de la entidad más poblada de la República. Es evidente que hay un sensible progreso el cual se aprecia en todos los rincones. Los municipios y los munícipes, en grandes esfuerzos han logrado abatir muchas carencias y hoy día podemos mirar con optimismo la contienda electoral que se avecina y las propuestas que nos harán aquellos que buscarán ser ungidos con el voto de la ciudadanía para gobernar. Los grandes retos se han acometido y, sin embargo, mucho queda por hacer y aquí es justamente lo que trataremos de esclarecer diciendo qué se necesita ante el cúmulo de grandes necesidades, sabiduría para gobernar y sabiduría para vivir.
La historia sagrada en el Libro Primero de los Reyes, en el capítulo Tres del verso tres al verso quince nos dice que un joven rey llamado Salomón, pidió a Dios un corazón entendido para juzgar al pueblo y para discernir entre lo bueno y lo malo. Resalta como no se ve ahora, varias cuestiones que es bueno considerar: antes que nada Salomón declaró su propia insuficiencia ante un encargo muy grande, el encargo de gobernar. Salomón pide un corazón entendido; su padre David así pedía a Dios diciendo: “Tu siervo soy yo, dame entendimiento” (Sal. 119:125) un corazón sabio y entendido es un don de Dios.
Hemos de pedir para nosotros sabiduría a fin de aplicarla en la actividad o servicio que desempeñamos y hemos de advertir si nuestros gobernantes poseen esta clase de sabiduría. Esta sabiduría no es la que buscaban los filósofos de la antigüedad, es la ciencia en el arte de gobernar, que permita apreciar los sucesos y las cosas en su exacto valor, en conformidad a nuestras leyes y a la ley divina, pues muchos de nuestros ordenamientos están inspirados en la Ley de Dios. De la sabiduría leemos en Pr. 4:7 (Versión la Biblia Internacional): “la sabiduría es de sumo valor, adquiere, pues, sabiduría” es muy importante saber que según Santiago, hermano del Señor, dice que si alguien se siente falto de sabiduría puede pedirla a Dios (Stg. 1:5) esto no sólo nos faculta pedirla para nosotros, sino también para nuestros gobernantes. Dios no escatima lo que se le pide, no reprocha al que le suplica.
La única condición es que se pida con fe, sin vacilar porque el que vacila es semejante a las olas del mar que está a merced de los vientos que la agitan. Cuánto necesitamos de un gobernante sabio que trace los destinos de la ciudadanía con una sapiencia tal que su gobierno pase a la historia como el mejor gobierno. Un gobernante que sin duda sepa hacer frente al desempleo o la demanda de escuela para nuestros hijos, que supla con sabiduría las necesidades de la población, que termine con la delincuencia organizada.
Esa sabiduría que falta es la que nos hará vivir mejor, que no sólo nos proporcionará mejores hospitales y vialidades, sino un clima de paz y seguridad, desde Ciudad Nezahualcóyotl hasta nuestra Capital, que podamos vivir con sabiduría empleando las herramientas del saber y estrechando los lazos de concordia y fraternidad. Nosotros los cristianos evangélicos sabemos que con esa sabiduría que viene de lo alto podremos vivir en un desarrollo que jamás se ha visto en el Estado de México y entonces sí hacer efectivo que somos una verdadera existencia moral, de la prístina cuna de la gran libertad nacional. Pidamos a Dios, gobernantes sabios y pidamos a Dios el poder vivir también sabiamente.
Aarón Cortés Hernández es Pastor en la
Iglesia Cristiana Interdenominacional,
A.R. ser@iciar.gob
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