El nombre de un niño es en todas las familias algo muy significativo, además de un derecho el tener nombre, es el reconocimiento de una nueva personalidad, de un ser pequeñito que empieza a vivir. En el seno de una familia judía este acontecimiento era muy importante. Se elegía el nombre con el propósito de decir algo acerca de la persona, algo que marcara en toda su vida el plan divino. Podemos apreciar en la Biblia que los nombres de insignes personajes de ella, son resumen de sus características más prominentes. “Y llamarás su nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados” Así dice el evangelio según San Mateo.
Yejoshúa era un nombre que muchos niños en los tiempos de Jesús llevaban. Josué es un nombre idéntico a Jesús, pero en este caso su nombre no sólo es la única referencia del niño sino su función: salvará a su pueblo de sus pecados. Jesús no es un simple héroe, un genio, un hombre piadoso. No, sino un Salvador. Salva de pecados, no salva de castigos o de penas. No, es algo más profundo, El salva de pecados, es decir nos libra de nuestros pecados. La salvación significa muchas veces condiciones restauradas y funciones reparadas; tal y como encontramos momentos en que los enfermos, procuraban tocar el borde de su manto y eran salvos de la enfermedad, también mujeres convictas y confesas eran libradas con una gran frase: “ni yo te condeno, vete y no peques más”. Hay algo que siempre me ha llamado la atención respecto a la salvación de Jesucristo y es esto: su salvación se aplica al pasado, al presente y al futuro, “puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios”. Así un Salvador que salva hasta la eternidad es un Salvador que salva hasta el fin.
Los significados de la salvación son tan numerosos que no hay ninguna lista precisa de ella. Pero todas las circunstancias se resumen en que la salvación es del pecado. Esa salvación de inmediato se transforma en una nueva relación con Dios, que es lo que Jesús brinda de inmediato al alma anhelante. El nos libra del pecado totalmente, en la práctica, en la culpa y en su tirana sujeción. El horroroso poder que nos priva de la fraternidad de Dios termina con la Salvación. Amigos: mucho de lo que pasa hoy día se pretende solucionar de muchas maneras entre ellas con un discurso o con una buena religión, pero hay corazones que sienten que hay algo más, ese algo es la salvación. Por eso debemos hallar en Cristo a nuestro Salvador, necesitamos que México sea su pueblo y así Él sea nuestro Salvador. Dejemos de buscar, los peligros nos rodean, confiemos mejor en Él y su amor echará fuera el temor del castigo y seremos salvos. La salvación está por venir y algo muy importante, esto no es de nosotros, es don de Dios. La persona más grande que ha pisado esta tierra se llamaba Yejoshúa y el puede ser el Salvador de tu alma y perdonar tus pecados. Que así sea.
Aarón Cortes Hernández esPastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.gob
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