Kim Jong Un
- El mentecato de Corea del Norte
- Colofón: Antorchistas y UPREZ, hampones
- La del estribo: La tortería
El mentecato de Corea del Norte.- “Corea del Norte advirtió a Estados Unidos y sus aliados que dará una respuesta militar »multiplicada por mil» si es provocada, en la amenaza más reciente de su defensa retórica a su criticado programa nuclear”. Esa era la noticia que sacudía los escenarios mundiales. El andaluz de los ruedos informativos cavila sobre lo que habitará en el cerebro de un sujeto como Kim Jong-Un, el hijo menor del fallecido tirano Kim Jong II, ex presidente de norcorea.
Especialistas en política internacional refieren que fue ungido como sucesor del dictador al parecer porque sus hermanos mayores no cumplían con los requerimientos para ocupar el cargo. Filtraciones del palacio de Pionyang rumoraban que uno de ellos es fanático de Disneylandia y el otro de los lipstick. Es decir, demasiado afeminado para gobernar una nación. Kim Jong-Un llega así al poder. Pretendiendo demostrar que aunque de 24 años de edad, tiene la sombra de Stalin de un lado y en el otro, el espíritu de su padre. El totalitarismo en su máxima expresión, cobijado bajo el más acentuado comunismo que, en aras de un poder opresivo, esclaviza y se arma. Es el Golum de los pocos reductos del fascismo, el anillo su armamento nuclear, su ego, la herencia hitleriana aprendida.
Ahora bien ¿Qué pasaría si este demente ataca a sur corea (a quienes declaró la guerra)? ¿Qué ocurriría si apretara el botón de los misiles nucleares contra Estados Unidos? La primera respuesta que le llega al hacedor de las crónicas sotaneras es que también nuclearmente se atacaría a Corea del Norte ¡lo borrarían del mapa! Acabarían con ese imperio de terror… Y estaría bien pero… ¿Y la gente inocente? Al parecer la historia vale madres cuando no se comprende y, al parecer, el copete de cresta de gallo japonés que dirige a esa esclavizada nación, lo único que leyó en la escuela fue la historia de su dictatorial familia… Días nublados se ven en Asia.
Colofón: Antorchistas y UPREZ, hampones
Y terminó una semana de reflexión, cavila el periodista insolente. Las vacaciones llegaron a su fin pero no sólo para quienes trabajan y las merecen, también para quienes pretenden desestabilizar al país. Qué difícil es despertar y ver en imágenes un par de cuerpos colgando de un puente como amenaza de grupos delictivos; que dramático es ver un automóvil destrozado porque sus tripulantes viajaban a más de 180 kilómetros por hora y se mataron; que lamentable es querer regresar a tu oficina y no puedas porque una marcha de sujetos que se sienten dueños de las calles te lo impiden alegando que defienden al pueblo.
Será el sereno pero la caminata y bloqueo de los accesos al Distrito Federal por parte de antorchistas, sólo demuestra que desean provocar la respuesta de la ley y después abogar por ser mártires de un gobierno represor. Esa es la amenaza velada. Se han adueñado de la zona oriente de la entidad y no quieren perder el poder en sus lamentables escuelas, en su deplorable transporte y en su mediocre comercio de ambulantes y piratería. Lo que hacen está en el marco de la ilegalidad y lo que pretenden no es más que seguir en ahí, fuera de la ley.
Y cuestionan al creador de los pasillos irreverentes de ser gobiernista ¡no! Señores delincuentes, esta columna, con todo y su humildad está en contra de hipócritas hampones…
La del estribo: La tortería
Resulta que el buen Pepe Nader, periodista de tradición, uno de esos días de hartazgo reporteril decidió entrar a una tortería allá en los Portales de la capirucha de la longaniza que era atendida por varias jóvenes buenisiiiiiiimas, de minifalda y amplio escote. Su sorpresa fue mayúscula al leer el menú: Cubanas 42 pesos, milanesa 35 pesos, suiza 30 pesos, de pollo 30 pesos, chaquetas 150 pesos ¡En la madre! –dijo-…. ¡Señorita! –Llamó a una de las exuberantes chicas- ¿Usted hace las chaquetas? Si –Respondió la morenaza de fuego bien torneada- Pues por favor podría lavarse bien las manos y me prepara una de jamón… Hasta otro Sótano.
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