La semana pasada la ONU, la UA (Unión Africana) y algunos Estados reconocieron la independencia del Sur de Sudan, independencia que partirá desde el 9 de enero al país más grande de África.
La decisión se llevó a cabo mediante un referéndum aprobado por una abrumante mayoría (98%). Dicha consulta fue parte del acuerdo de paz desde el 2005, con el que se pone fin a la segunda guerra civil del país.
La segunda guerra no sólo estuvo marcada entre sur y norte, fue entre cristianos, amistas y musulmanes, y entre etnias de una vieja civilización. Independientemente de las causas, la lucha tuvo como resultado: más de dos millones de muertos, 150 mil refugiados, 4 millones de desplazados, el exterminio en Darfur, crisis económica, hambruna y enfermedades.
El nuevo país se enfrenta a la creación de un país emergente (capital, instituciones, fuentes de trabajo, constitución…), la presión de Egipto, negociaciones sobre los yacimientos petrolíferos y por la salida al mar, atención a una población en una situación tras décadas de guerra, y a mantener su independencia para que no se provoque una tercera guerra civil.
Por lo que el grito de victoria aún no está comprado.
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