Un sujeto. Preso en Texas. Integrante de una banda de crimen organizado. ¿Su nombre? Es un cualquiera. Confesó 800 asesinatos, descuartizando o decapitando a las víctimas. Enterrándolas en fosas clandestinas. El criminal es de Ciudad Juárez. Igual a otro criminal, “el pozolero” que calcinaba los cadáveres.
No es una novela de terror. Porque no hay escritor, ningún humano, capaz de imaginar ese escenario de terror y horror. Tampoco hay adjetivos que describan y recriminen ese síndrome de perversión. Como el secuestrador “mochaorejas” y asesino. Quien al ser aprehendido declaró “no merezco vivir”.
La multiplicación de tumbas clandestinas. En Tamaulipas, con docenas de humanos muertos. Asesinados. Casi todo el país. O donde la impunidad prolifera, ahí proliferan las tumbas y los seres asesinados. Es Guerrero, Morelos, Edomex, Chihuahua, Nuevo León o Michoacán. En muchos lados. ¿Y dónde existe una comisión que investigue la culpa y enjuicie a los culpables, en crimen por omisión, por incapacidad?. Dos nombres por delante: Vicente Fox y Felipe Calderón. Y muchos gobernadores.
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