Jesús, el Hijo de Dios, es el único Hombre sobre la tierra que anunció su muerte y resurrección. En el artículo anterior señalé que algunas ocasiones el Señor lo dijo de manera velada y otras veces claramente.
Por ejemplo, cuando los escribas y fariseos le pidieron señal para creer en Él, Jesús les dijo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mt.12:40).
En otro ocasión, después de purificar el templo, es cuestionado por los judíos, a lo que Él responde: “…destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn.2:19).
Tanto en una como en otra ocasión, Jesús anunciaba su resurrección. Y sabiendo que ni escribas, ni fariseos, ni aún sus propios discípulos lo entendían, a estos últimos tuvo que decirles claramente que “le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mt.16:21).
En otra ocasión, “estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará…” (Mt.17:22-23).
Una tercera vez, “subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten y le crucifiquen; más al tercer día resucitará” (Mt.20:17-19).
Sorprendentemente tampoco sus propios discípulos lo entendieron. Por ello cuando les fue anunciado por las mujeres que el Señor había resucitado no les creyeron y les parecía locura lo que las mujeres decían. Tal fue la incredulidad de algunos de los propios discípulos que uno de ellos dijo: Si no metiere mi mano en su costado y mi dedo en la señal de los clavos no creeré. Otros, por su tristeza y dureza de corazón no le reconocieron a pesar de que caminaron y hablaron con Él. Otros más olvidaron lo que el Señor les había dicho respecto a su resurrección, por ello cuando le vieron resucitado, pensaban que era su Espíritu.
Pero cuando finalmente los discípulos reconocieron que era el Señor, su corazón ardía de gozo, recibieron su Espíritu, se postraron a sus pies y le adoraron e iniciaron una vida superior en el poder de Su redención testificando en las casas, en el templo y en las ciudades acerca de la resurrección del Señor, quien confirmaba su palabra con señales, milagros y maravillas!
Hoy día sucede lo mismo. Por incredulidad muchos no creen que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios. A otros les parece locura que el Señor haya resucitado de entre los muertos. Y a otros más les resulta impensable que se haya presentado vivo y hablado con los suyos. También hay quien piensa que sólo fue su Espíritu. Y finalmente hay quienes dicen: “hasta no ver, no creer”.
Sin embargo, para los que hemos creído en el Cristo resucitado, hemos sido llenos de su amor, de su poder, de su paz, de su gozo y participamos de una vida nueva y abundante en su Espíritu. Somos testigos de su gloria y del crecimiento de su iglesia. Los milagros que ha hecho en nosotros y en miles y millones de personas confirman indubitablemente que Cristo ha resucitado de los muertos!
¿De cuáles eres tú? ¿De los incrédulos o de los que creen que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios? ¿De los que piensan que es una locura Su resurrección o de los que aceptan que Él vive? ¿De los que viven en la tradición de la resurrección o en el poder de Su redención? ¿De los que viven en tristeza y amargura o en el gozo de una vida nueva y superior?
Querido amigo: El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”. No seas más incrédulo, sino creyente. ¡Cree en el Cristo resucitado! ¡Recíbelo en tu corazón y vive una vida abundante en el poder de su resurrección!
¿Quieres hacerlo? ¡Hazlo ahora! ¡Hazlo ya!
*Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org
Comentarios Cerrados