Luis Videgaray es el piloto del avión. Es el líder central y vertebral de volar el aeroplano, en medio de la noche. El escenario fiscal y financiero es de números, pero de un efecto a nivel de impacto en la administración o en el bolsillo. En la economía de empresa o en la economía familiar. El yet moderno de velocidad supersónica es la Secretaría de Hacienda.
La globalización es el reto. Hay que estar dentro, hay que marcar los cambios. Es ardua la competencia. El avión lleva copiloto. El otro brazo. Es la Secretaria de Economía. Con Ildefonso Guajardo. Junto está el gabinete económico, como tripulación de complemento.
El Gobierno de Enrique Peña Nieto definió el programa sexenal. Con plan de vuelos. El tiempo, el clima, los vientos. Y otros factores quedan en el margen de lo inesperado. Es lo no planeado, ni controlado. Hacienda volaba y planeaba. Pero la noche se cerró. Parecía una tormenta de tiempo corto. El petróleo bajó y bajó en el precio internacional. Un nido gubernamental de izquierda se encumbró dentro del crimen organizado en Iguala. Movilizaron normalistas. Fueron secuestrados, desaparecidos. Y la investigación de la PGR arroja que los mataron.
Todo cambió. El vuelo entró a la noche y la tempestad. Vinieron los ajustes, empezó con las estimaciones de crecimiento.
Entró la temida política de recortes. Reducción del gasto. Apretarse el cinturón. Luis Videgaray, al frente. Y no gusta. Es la acción dura que evita desplomarse en el precipicio. Prevención económica. Hay varias alternativas escolásticas. El titular de Hacienda sabe. Debe encarar el disgusto popular. Hasta la exageración de algunos. Y aislarse de la perversión política.
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