En los últimos 600 millones de años ha habido cinco extinciones masivas y no se exagera al decir que está iniciando una más. El impacto del humano en el planeta a lo largo del último siglo es tal, que podemos responsabilizarlo de la sexta, indicó Gerardo Ceballos, director del Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En uno de sus trabajos más recientes, el académico calculó la tasa de desaparición usual de vertebrados –la que ocurre todo el tiempo– y determinó que hace dos millones de años (durante el Pleistoceno) debían pasar 10 décadas para que, de cada cinco mil especies, desapareciera una.
Dijo que “después contrastamos este estimado con lo que ocurre en la actualidad y vimos que dicho ritmo se ha elevado hasta en un centenar de veces, es decir, el hombre ha acabado en sólo un siglo con las especies que a la naturaleza, en condiciones normales, le tomaría 10 mil años extinguir”.
Para el investigador del Instituto de Ecología (IE), este problema es tan grave que, de no tomarse las medidas requeridas, la civilización podría colapsar en tres o cuatro décadas. “Ya hay indicios de que vamos por ese camino: dos mil millones de personas alrededor del planeta no tienen acceso continuo al agua potable y mil 800 millones no pueden comer todos los días. Si no se hace algo, todos estos conflictos, hoy locales, mañana tendrán un alcance global”.
A fin de evitar el agravamiento de estos escenarios, es preciso actuar inmediatamente, pues las plantas y animales silvestres son la base de los servicios ambientales; de ellos depende la combinación adecuada de los gases de la atmósfera, la calidad y disponibilidad hídricas o la fertilidad del suelo, entre muchos otros aspectos esenciales para el buen desarrollo de la vida en la Tierra.
Los estudios de Ceballos señalan que estás afectaciones han generado una suerte de efecto dominó que, además de incidir en el número de variedades desaparecidas, ha mermado las existentes. “Tras analizar 27 mil 600 especies de vertebrados (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces) vimos que más de 30 por ciento de sus poblaciones está decreciendo, y hablamos de todo tipo de animales, desde los comunes, como la golondrina, hasta los muy raros o amenazados. La variedad y abundancia biológica están en peligro”.
Acerca de si se está siendo testigos de una extinción masiva, el universitario explicó que se les dice así a aquellas que cumplen con tres requisitos: son catastróficas (eliminan 70 por ciento, o más, de la biodiversidad), son causadas por un desastre natural y son relativamente rápidas (tardan decenas o cientos de miles de años).
Remarcó que “todo esto está pasando y es resultado de la actividad humana. En los últimos 600 millones de años ha habido cinco extinciones masivas y, por todo lo anterior, no se exagera al decir que está iniciando una sexta”.
En palabras del biólogo, la situación es ya insostenible: algunos cálculos revelan que de 1970 a la fecha se han perdido tres quintas partes de todos los animales silvestres. ¿Qué significa?, que tenemos 60 por ciento menos de hipopótamos, rinocerontes, venados, ballenas y demás seres no domesticados. En medio siglo perdimos todo esto debido únicamente a la actividad humana, dijo.
“Por ejemplo, cada 15 minutos se mata a un elefante de manera ilegal en África, o en los últimos 10 años perecieron 100 mil orangutanes en Borneo y hoy en día quedan menos de 50 mil; lo más probable es que ya no veamos más a ninguno de ellos en sus hábitats naturales en la próxima década”.
No obstante, en medio de un escenario tan desalentador, Ceballos mencionó que es posible revertir algo del daño. “Es reconfortante pensar que si los humanos estamos detrás de esto, con sólo modificar nuestras acciones podemos reducir el impacto en la naturaleza”.
Con ese propósito, el académico trabaja en la iniciativa Alto a la Extinción (Stop Extinction) que, de forma similar a los tratados internacionales contra el cambio climático y al Protocolo de Kioto, busca el aval de la mayoría de los países para salvaguardar la biodiversidad.
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