El campo mexicano no sólo envejece, sino que también enfrenta serios problemas de sequía y mercado que lo mantienen estancado y, con él, el desarrollo nacional.
El diagnóstico anterior fue hecho por el titular de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), Enrique Martínez y Martínez, al término de su recorrido por el territorio nacional para delinear el Plan Nacional que sacará al agro de su ancestral atraso.
El campo requiere una revolución para que vuelva a ser pilar de desarrollo de México, como lo fue en épocas anteriores, sentencia.
La realidad no puede ser más cruda: “Nuestros productores del campo siguen un patrón mundial, siguen envejeciendo; 40 años era la edad promedio del productor en 1990, ahora, en el 2012, el promedio es de 52 años. No hay nuevas generaciones que tomen el relevo”, señala.
A esta situación, de por sí grave, se suman otras, como los impactos que causa el Cambio Climático (CC), que se manifiestan en que casi dos terceras partes del territorio nacional sea, prácticamente, un erial. Ahora todo es superlativo. “A cualquier parte donde voy de gira, el tema es la helada más grande; es el periodo más prolongado de sequía”, dijo.
A estos problemas se agregan las cuestiones climatológicas. “Ahí está el dragón amarillo, HLB; la gripe aviar, y la roya del café en el sur-sureste”, agregó.
Sobre la sequía, señala que “estamos en plan emergente. Hay algunos estados que, entiendo la angustia que pasan y quieren que sean declaradas entidades de emergencia, de desastre por la sequía prolongada”.
La verdad, “hay que decirlo con toda honestidad, es que el periodo de sequía ha sido generalizado en el país, de la Mesa del Centro hacia el norte tenemos más de 30 y tantos meses que no llueve”.
Esta situación podría sintetizarse en su manifestación: “tendríamos que hacer una declaratoria (de emergencia) para todo el país”.
Pero no sólo es la sequía el fenómeno que afecta a la producción de alimentos, es también un cambio en el patrón de productos para generar sólo los que demanda el mercado y evitar distorsiones como la que viven los cañeros, cuya zafra fue récord, pero los precios por la caña son bajos.
La revolución que propone Martínez y Martínez abarca a todo el sector primaria de la producción.
Va desde la los cambios de cultivo por productos que requieran menos agua hasta modernizar la banca de desarrollo y producir aquí, los agroquímicos para evitar que algunos se importen desde Ucrania, como sucede ahora.
Se trata de volver a hacer del campo la base del desarrollo, algo que no es imposible y que vuelva a ser el baluarte que fue durante muchos años, al representar el 16.5 del Producto Interno Bruto mexicano (PIB); mientras que ahora, el año pasado, sólo fue el 3.5, 3.6.
El objetivo es que en esta administración genere el 75 por ciento de los productos que consume el país para que logre la seguridad alimentaria para sus habitantes, porcentaje indicado por la FAO.
Actualmente, México produce sólo 57 por ciento de sus requerimientos alimentarios, confirmó Martínez y Martínez.
La revolución propuesta incluye superar la bipolaridad del agro mexicano que se manifiesta con graves inundaciones en el sur-sureste, mientras que el norte padece severas sequía.
También solucionar el problema de minifundio que afecta al 77 por ciento de la población rural que tiene, en promedio, cinco hectáreas y cuyos propietarios no son sujetos de crédito.
Las 4 Efes
“En México, tenemos suelos heterogéneos, cielos a veces caprichosos y aguas dulces y saladas muy diversas; del campo y los mares mexicanos extraemos lo que los hablantes de lengua inglesa llaman las cuatro efes: food, la comida; fiber, las fibras; fuel, combustible, y feed, que se traduce como alimentos para animales.
“La primera y la cuarta no necesitan ejemplos; todo lo que comemos proviene del campo y del mar, directa o indirectamente.
“Cuando hablamos de fibras no pienso únicamente en el algodón de mi tierra (Coahuila), con el que nos vestimos o en el henequén, que tiene una gran variedad de usos industriales, sino también en esa variedad de maíz, cuyo principal valor son las hojas, que son muy apreciadas en Estados Unidos para la fabricación del papel moneda, de los dólares; o en los productos de la tierra o del mar para usos industriales de lo más diverso, como los maíces oscuros para la fabricación de pegamentos o las algas, moluscos y animales pelágicos para usos químicos, cosméticos o farmacéuticos.
“En cuanto a la ‘F’ que corresponde al combustible, en medio de vida rural, nos permite pensar no sólo en maíz amarillo o caña de azúcar para convertirlos en etanol o en la jatropha, destinada al biodiesel, sino en todo tipo de energías verdes como la solar y la eólica, por mencionar sólo algunas”.
Enrique Martínez y Martínez.
XIII Foro de Expectativas del Sector Agroalimentario y Pesquero 2013.
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