El diseño de las ciudades se ha enfocado en personas jóvenes y sanas, con lo que excluye a la población con alguna discapacidad, sea temporal o permanente, y a las personas vulnerables, como son niños, ancianos, indígenas, mujeres embarazadas, lo cual se traduce en que tengan, por ejemplo, dificultades para desplazarse por el entorno urbano.
Ello fue informado por Adolfo Benito Narváez Tijerina, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la frontera norte de México que tiene entre sus líneas de investigación los imaginarios urbanos, explicó que estos son construcciones subjetivas que conforman la percepción acerca del ambiente en el que se vive; es decir, de cómo se aprecia la ciudad y qué significa para sus ciudadanos.
Para estudiar lo anterior, el doctor en arquitectura por la Universidad Nacional Autónoma de México utiliza diferentes técnicas, una de ellas es la etnografía aplicada a los estudios urbanos para conocer el sentido que las personas le dan a los lugares que habitan y cómo los representan.
Explicó que “utilizamos como una de estas técnicas los dibujos espontáneos sobre el lugar, pedimos a las personas que dibujen un mapa del lugar en el que viven y tratamos de interpretar cuáles son los componentes principales de su mundo subjetivo para establecer una red semántica (conceptos y su relación)”.
Desde 2014 el investigador y sus colaboradores trabajan en el proyecto “Imaginarios de la discapacidad y la exclusión, su impacto en la construcción de las ciudades mexicanas”, y al hacer la red semántica sobre el tema de la discapacidad y la ciudad, encontraron que estas personas son invisibles porque las ciudades que se construyen no permiten verlas.
De acuerdo con el documento “La discapacidad en México, datos al 2014. Versión 2017” del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, la prevalencia de la discapacidad en México para 2014 fue de 6%, lo que significa que 7.1 millones de habitantes no pueden o tienen mucha dificultad para hacer alguna de las ocho actividades evaluadas, entre ellas: caminar, subir o bajar usando sus piernas, ver, mover o usar sus brazos o manos, aprender, recordar o concentrarse y escuchar.
Además, la estructura por edad de la población con discapacidad muestra la estrecha relación de esta condición con el envejecimiento demográfico, 47.3% de las personas con discapacidad tienen 60 años o más y 34.8% tienen entre 30 y 59 años; mientras que 60% de la población sin discapacidad ni limitación alguna tiene menos de 30 años.
Detalló que “y si a estas cifras se le suma la vulnerabilidad de niños, ancianos, de grupos indígenas o de mujeres embarazadas, el número se vuelve grande, por lo que pensar nuestras ciudades enfocándonos en hombres jóvenes sanos no tiene sentido y vulnera los derechos de gran parte de la población”.
Esta investigación financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología desde el año 2014, en la que participaron la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad Politécnica de Cataluña, la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad de Lille en Francia, tiene que ver con varios frentes acerca del tema: los medios urbanos abiertos (las centralidades urbanas, los fraccionamientos), los medios de transporte y vías de transporte, así como los modelos de vivienda.
Los investigadores identificaron, como parte del trabajo que realizaron, que los desarrolladores inmobiliarios en México no toman en cuenta a las personas con discapacidad para su diseño. Las viviendas analizadas corresponden a diferentes precios y fueron estudiadas en términos de qué tan bien o qué tan mal adaptadas están a las medidas humanas y en específico de personas con discapacidad que utilizan silla de ruedas o bastón para su desplazamiento.
Mencionó que “en general hay muchos errores desde anchos de puertas, escaleras, dimensiones de los baños, de las ventanas, de las cocinas y la altura de las habitaciones; las personas que utilizan sillas de ruedas o bastón no caben en estas casas”.
Además, el arquitecto utilizó métodos de diseño para encontrar la forma de adaptar estas viviendas y el costo, ya que el fin no era generar un modelo de vivienda óptima. Mencionó que se tendría que invertir alrededor de 3% más del costo total de la construcción de estas viviendas en su adaptación.
En lo que se refiere a los diseños urbanos, los cuales, al estar ligados con redes de movilidad de alta velocidad, privilegian el uso del automóvil y hacen difícil el diseño incluyente de las ciudades, de tal manera que complican el desplazamiento de las personas.
Por otra parte, los fraccionamientos habitacionales se enfocan únicamente en las viviendas y no incorporan servicios públicos como escuelas o centros de salud, lo cual hace que la gente con discapacidad tenga mayores problemáticas para salir y trasladarse largas distancias.
Expuso que “una persona con discapacidad que no tiene acceso al automóvil difícilmente podrá desplazarse desde su vivienda, entonces terminará encerrada en su casa producto del diseño urbano, por lo que tendríamos que repensar la planeación de las ciudades para que podamos utilizarlas todos”.
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