Ante los graves riesgos ambientales que vive la Amazonia por las actividades económicas que no son sostenibles y está sufriendo cambios sin precedentes. Las múltiples presiones interconectadas son impulsadas por los intereses económicos de países de la región y el resto del mundo.
Ello fue denunciado en el Informe Amazonia Viva 2016 de WWF, que alerta un aumento dramático en la frecuencia de las acciones legislativas promulgadas para degradar, reducir, descatalogar (proceso mejor conocido como PADDD) en la Amazonia.
Un análisis reciente del PADDD en Brasil demuestra que desde el 2005, la frecuencia de los eventos PADDD ha aumentado considerablemente (la mayoría para abrir paso a la energía hidroeléctrica) y existen propuestas activas de eventos PADDD bajo consideración, que si son llevadas a cabo, afectarán a 6.5 millones de hectáreas en los territorios de la Amazonia brasileña. Eventos PADDD también están ocurriendo en otros países de la Amazonia. Además, una serie de 250 proyectos propuestos para construir represas en la Amazonia, pone amenaza con alteraciones severas a la hidrología y la conectividad del ecosistema de agua dulce en el bioma y más de 20 proyectos de construcción de carreteras están abriéndose paso a través de densos bosques.
El análisis de la pérdida de bosques de WWF en años recientes, identificó 31 “frentes de deforestación” en la Amazonia que están ejerciendo presión en la integridad de los bosques por todos lados. La agricultura y la actividad ganadera actualmente, los mayores agentes de cambio, son impulsados por financiamiento nacional e internacional y están impulsando un uso insostenible de los recursos de la Amazonia e impactando el bioma y el clima, que muchos consideran irreversible.
La Amazonia es única. Es el sistema de selva y ríos más grande del mundo y contiene una décima parte de las especies del mundo. Más de 2,000 especies nuevas de plantas y vertebrados han sido descritas desde 1999.
El carbono almacenado en su vegetación y sus suelos es valioso a nivel global para frenar el cambio climático y la liberación de vapor de agua proveniente de los bosques crea vastos “ríos voladores” en la atmósfera, influenciando las precipitaciones en el centro y el sur de Sudamérica.
La Amazonia es el hogar de 34 millones de personas incluyendo más de 350 grupos indígenas, de los cuales 60 viven en aislamiento voluntario. El bioma se reparte entre ocho países y un territorio de ultramar en Sudamérica: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa.
Con base en una visión general para la Amazonia, el Informe Amazonia Viva 2016 de WWF destaca una serie de recomendaciones específicas por tema (por ejemplo, las áreas protegidas y el clima, la conectividad de los ecosistemas de agua dulce, flujos financieros sostenibles, reducción de la deforestación) que combinan el desarrollo y la conservación, e incorporan el enfoque integrado a la planificación nacional y regional.
WWF también ha desarrollado una cantidad de herramientas y enfoques para la planificación sostenible y el desarrollo de intervenciones en el uso de la tierra y el agua, basadas en una perspectiva general del bioma. Estas herramientas y enfoques están diseñados para ofrecer una oportunidad para hacer las cosas de una forma diferente y asegurar un camino más sostenible para el desarrollo en la Amazonia.
Una perspectiva de bioma: las “partes nacionales” de la Amazonia dependen de la integridad de todo el bioma para la sostenibilidad ecológica a largo plazo, la preservación del ciclo hidrológico y la resiliencia frente al cambio climático. Las iniciativas transfronterizas son importantes considerando que los flujos de agua, los servicios eco sistémicos y las especies, ignoran las fronteras nacionales.
Un enfoque paisajístico: La perspectiva de bioma requiere la adopción de un modelo integrado de conservación, que combina la protección, el manejo sostenible y la restauración donde sea necesario en un enfoque paisajístico. Requiere un razonamiento innovador y la disposición para trabajar con nuevos socios para reconocer y negociar las compensaciones intrínsecas en el balance de múltiples necesidades. En el fondo de este enfoque paisajístico se encuentra la integración del uso de las tierras productivas y las prioridades ambientales y requiere un enfoque centrado en las personas y los resultados negociados aplicados a la escala de los paisajes.
Un futuro sostenible para la Amazonia: ¿Cómo lograrlo?
Bosques: proteger áreas de bosque clave y su biodiversidad, y abordar la pérdida de bosques con una mezcla de conservación y uso sostenible, aplicando el principio de Zero Deforestación Neta y Degradación de los Bosques
Agua fresca: conservar el balance del agua (precipitación, descargas, evaporación), asegurando la calidad del agua, afrontando en particular a la contaminación de mercurio de las minas de oro, manteniendo flujos hidrológicos como prioridad en ríos Amazónicos y protegiendo humedales claves y su biodiversidad.
Clima: construir resiliencia en el bioma y acordar políticas energéticas regionales que reduzcan las emisiones de gases de infecto invernadero, sin destruir la ecología de la Amazonia a través del uso excesivo de energía hidroeléctrica.
Marino: mantener los sistemas costeros únicos producidos por el Río Amazonas y garantizar el suministro de sedimento fluvial, y la hidrología de la desembocadura del río son conservados dentro de los rangos normales.
Personas: fortalecer la capacidad de los pueblos indígenas, las comunidades tradicionales y locales para luchar por sus derechos, resistir incursiones en sus tierras y mantener sus estilos de vida sostenibles.
Economía: garantizar una economía próspera para toda la gente que vive en la Amazonia, basada en el uso sostenible de sus recursos naturales y una administración cuidadosa de sus bosques y agua dulce.
Gobernación: incorporar a los problemas de conservación en la planificación del uso del suelo y los procesos de planificación de los sectores económicos, al gobierno local y al sector privado trabajando en la Amazonia.
Finanzas: introducir garantías y mejores prácticas para asegurar que los mecanismos financieros eviten apoyar a opciones de desarrollo que no sean sostenibles.
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