Las capacidades excepcionales del ganado para alterar el clima se deben principalmente al metano, el cual libera hacia la atmósfera durante su rutina digestiva diaria. Siendo su orina un factor menos conocido que atenta contra el clima, produce óxido nitroso (N2O), el cual tiene un poder de calentamiento mucho mayor que el del dióxido de carbono (CO2), la principal causa que contribuye al calentamiento global.
Esto fue dado a conocer a través de un estudio realizado por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), ubicado en Colombia, en donde se demostró que estas emisiones de N2O se pueden refrenar significativamente la salud de prados de pastos.
Para el estudio, los investigadores colectaron orina de ganado en sitios de investigación en cinco países de América Latina y el Caribe (ALC). Estas muestras de 500 mL se vertieron en campos pecuarios emparejados clasificados como degradados o saludables, lo cual se determinó mediante la cobertura de vegetación. En seis de los siete sitios de prueba, las pasturas degradadas emitieron significativamente más N2O – algunas veces hasta tres veces más. Los resultados fueron publicados el 29 de enero en Scientific Reports de la casa editorial de Nature.
“Las pasturas degradadas son perjudiciales desde muchas perspectivas. Este estudio respalda el argumento de la restauración de tierras. Las pasturas degradadas no solamente afectan la seguridad alimentaria y los medios de vida de los agricultores en la actualidad, sino que afectan también los medios de vida de los agricultores a futuro debido a que emiten más gases que causan calentamiento global”, declaró Ngonidzashe Chirinda, Investigador del CIAT y autor principal del estudio.
Los resultados agudizan la urgencia para los acuerdos globales de restauración de tierras, incluidos la Iniciativa 20×20, que busca restaurar 20 millones de hectáreas de tierra en América Latina hacia el año 2020 como un primer paso importante hacia metas de restauración incluso más ambiciosas.
Los cálculos varían, pero Chirinda estima, de manera conservadora, que existen 150 millones de hectáreas de tierras degradadas en América Latina. Tan solo en Brasil, hay unas 80 millones de hectáreas de tierras de pasturas degradadas.
La tierra para producción pecuaria en estado degradado se caracteriza generalmente por el sobrepastoreo, la compactación del suelo, la pérdida de material orgánico y bajos niveles de nutrientes y carbono en el suelo. La restauración de tierras a gran escala con pastos forrajeros mejorados, pastoreo rotacional y la adición de arbustos y árboles (agricultura silvopastoril) podría mitigar significativamente los efectos negativos del clima causados por la degradación. Además de reducir las emisiones de N2O, los paisajes restaurados generalmente contienen más carbono, tienen suelos más saludables y ganado más robusto y productivo.
Por su parte, Todd Rosenstock, coautor del trabajo, y que trabaja en el Centro Mundial sobre Agroforestería (ICRAF), indicó que “este estudio resalta la importancia de evitar la degradación de tierras en primer lugar. Mantener las pasturas saludables parece reforzar simultáneamente las metas tanto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación”.
Los curiosos resultados del único sitio de prueba que no concordaron con los resultados del estudio – en Taluma, Colombia – se pueden atribuir a una serie de factores que ameritan investigaciones adicionales. Las emisiones de N2O allí fueron de lejos las más bajas en cualquiera de los sitios de prueba y fueron las mismas tanto en pasturas degradadas como en saludables. La orina de ganado usada en el experimento tenía el menor contenido de nitrógeno comparado con los otros sitios de investigación, lo que probablemente contribuyó a los resultados. El pasto forrajero usado allí, Brachiaria humidicola, además posee una capacidad especialmente alta para la inhibición de la nitrificación, lo cual significa que evita que el nitrógeno se convierta en N2O.
El estudio se realizó en el marco de la Red de Mitigación de Gases de Efecto Invernadero de América Latina (LAMNET) y se implementó como parte del Programa de Investigación de CGIAR en Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS), el cual se lleva a cabo con el apoyo de Donantes del Fondo de CGIAR y a través de acuerdos bilaterales de financiación.
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