Ricardo Chávez,
Colaborador invitado
Dando un vistazo por las afueras de Villa Guerrero, Estado de México, nos encontramos con un horizonte donde predomina un mundo de casetas de plástico, llamados invernaderos, de los más diversos modelos y extensiones que cubren los cultivos de flores, desde los sencillos y humildes de los pequeños productores hasta lo más sofisticados de los grandes empresarios del cultivo y comercialización de flores.
Por esos rumbos nos encontramos con Doña Nieves Buenaventura, quien ya peina en años de los que tiene más de 40, los que ha sobrevivido cultivando su pequeña parcela de flores, al paso de las temporadas y años han ido cambiando según las demandas de este mercado, desde las tradicionales rosas de las más diversas variedades, colores y matices, y zempoal, más conocida como flor de muerto, pasando por las polares, pompones, nochebuena, aves del paraíso, los dólares, un sinfín de variedades de margaritas, de un arcoíris de colores, hasta llegar al mercado con la diminuta, pero perfumada Brisias, cuyo aroma trasciende a cientos de metros, perfumando la templada campiña de las afueras de Villa Guerrero.
Así nos sigue contando que para ella, como para los pequeños floricultores, mantenerse en el mercado de la flor, pues ya muchos somos los vecinos que dejamos los cultivos que nos daban para comer, como maíz, habas, calabacitas, frijol y hasta teníamos una o dos vaquitas p’a la leche, burrito para el zacate y no se digan las gallinas y guajolotes. Eso era nuestro fuerte para vender y comer; ahora todo eso se ha ido de nuestras manos para buscar el sueño dorado del mercado de la flor.
Para poder mantener nuestra familia ahora muchos pequeños productores nos metimos desde hace algunos lustros a la siembra y cultivo de las flores, lo que nos ha llevado a muchos hasta sembrar bordos y camellones, incluso hasta en espacios para banquetas y caminos y querer tener un centímetro más para sembrar la flor nos ha llevado hasta tener pleitos familiares, vecinales que no pocos han ido a para ante las autoridades y tribunales, por eso de las herencias de parcelas entre ejidatarios y pequeños propietarios.
Además, nos llueven problemas por haber dejado algunas costumbres tradicionales, como arreglar nuestras siembras quitando las malas hierbas con las manos o azadones, barbechar con arado de rejas tirados con mulas o bueyes. Ahora usamos agroquímicos como herbicidas; en lugar del estiércol usamos fertilizantes foliares y para barbechar usamos el tractor que después nos deja duro el suelo y no le he dicho todo dice Doña Nieves, lo más grave es que hemos perdido el mercado local donde vendíamos nuestras flores; ahora está en manos de acaparadores, los que dominan el mercado de la flor, agroquímicos, fertilizantes, abonos y todos los tipos de plásticos y accesorios para poder cultivar nuestras flores, porque todo esto ya es un mal necesario para poder estar dentro del mercado de la flor y lo tenemos que hacer aunque nos salga caro.
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