Javier Delgado Mendoza, uno de los autores que diseña el Plan Nacional de Desarrollo Agropecuario para el periodo 2018-2024, de la Coalición Juntos Haremos Historia que participa en las elecciones presidenciales de México, manifestó que el sector agropecuario y agroalimentario de México tiene tres prioridades: abastecimiento de productos básicos para la seguridad alimentaria; un nuevo sistema de financiamiento rural y la investigación, transferencia de tecnología e innovación agrícola.
Con la representación de Víctor Villalobos Arámbula, quien de ganar dicha coalición sería titular de la secretaría de Agricultura (SAGARPA), expuso que esta dependencia federal tendrá un diagnóstico y redefinición, ya que hoy operan 190 programas de apoyo al campo, en diferentes instituciones, pero se requiere ordenarlos, sumarlos y hacerlos más eficientes consolidándolos a través de la Sagarpa.
Para el experto en temas del campo el desarrollo rural futuro debe considerar un programa de inversión en infraestructura y servicios; extensionismo rural, con énfasis en comercialización y mercados; sistemas de financiamiento rural integral (ahorro, crédito y seguro, instrumentos de capital y cobertura de riesgo en general) para hacer realidad los proyectos de desarrollo.
Por su parte, Marcel Morales Ibarra, investigador de temas agropecuarios, señaló que el reto que enfrenta la producción mundial de alimentos en el siglo XXI es de carácter cualitativo, ya que hay que producir 70 por ciento más en los próximos 20 años para cubrir la demanda de comida.
Sin embargo, el problema de fondo es que, paralelamente, se tiene que transformar el actual modelo de la producción agrícola, que se heredó de la Revolución Verde, de mediados del siglo pasado, “ya que se trata de un modelo absurdo, de altos costos, muy ineficiente y devastador con el medio ambiente”.
Como parte de ese modelo, recalcó, el uso de los fertilizante químicos representan el insumo más costoso para la producción, porque en las últimas dos décadas su precio se incrementó ocho veces al pasar del orden de mil 500 pesos (75 dólares) por tonelada a 12 mil pesos (600 dólares), siendo el responsable directo de los altos costos de los alimentos. Por si fuera poco, resulta el insumo más ineficiente, porque de cada 100 kilos que se aplica la planta sólo aprovecha 20 por ciento y 80 por ciento se desperdicia y contamina suelo, agua y atmósfera.
El también director de Biofábrica Siglo XXI planteó que una alternativa viable y deseable a este problema está en los biofertilizantes, productos elaborados con microorganismos benéficos que ayudan a nutrir a la planta de manera más eficiente, a menor costo y sin contaminar, además de rescatar los suelos que son el único reservorio del planeta para la captura de bióxido de carbono.
Dicha transformación, además de los biofertilizantes puede contar con bioinsecticidas, biofungicidas y bioremediadores de suelos. “Este tipo de tecnologías debe formar parte de las futuras políticas públicas de fomento y desarrollo agroalimentario, orientadas a transformar el actual modelo de producción, que esta totalmente agotado.
Por su parte, Gerardo Torres Salcido, el doctor en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM remarcó que tomando en cuenta dichas diferencias y en la perspectiva de la incertidumbre sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es necesario impulsar programas sobre los modelos y escalas del desarrollo. Por un lado, se constata la existencia de un modelo agroindustrial a gran escala, con subsidios crecientes al campo e ineficientes para contener la pobreza, desigualdad y migración.
Agregó que han persistido, a pesar de lo anterior, pequeños emprendimientos, experiencias asociativas y la puesta en valor de productos llamados genuinos, típicos, orgánicos, de comercio justo o simplemente con algún arraigo local o de indicación geográfica que han sido llamados Sistemas Productivos Locales de producción e alimentos, de turismo rural y servicios ambientales asociados a la agricultura en pequeña escala y a la producción artesanal, que dan empleo e ingreso dignos a muchas familias, y muy significativamente a mujeres, en las áreas rurales.
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