Quetzal es una palabra de origen náhuatl —asociada con quetzalli, ‘bella pluma brillante’— con la que se nombra, desde épocas prehispánicas, al ave considerada la más bella de América; no obstante, este atractivo le ha resultado perjudicial, pues ha implicado saqueo y tráfico ilegales, actividades que, junto con la fragmentación y destrucción de sus hábitats, la han puesto al borde de la extinción.
El Pharomachrus mocinno —nombre científico de esta criatura— anida en los bosques nubosos de Oaxaca y Chiapas, en México, así como en los de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, expuso Sofía Solórzano Lujano, investigadora de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM.
Con base en la morfología, tradicionalmente se reconocen dos subespecies de quetzales, P. mocinno mocinno (que agrupa a las poblaciones de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua) y P. mocinno costaricensis (incluye a las de Costa Rica y Panamá). Sin embargo, y a partir de datos moleculares y morfológicos, Solórzano Lujano planteó que éstas pueden ser dos especies.
Para ello analizó variables del tamaño corporal (del tarso, cuerpo y cola; longitud alar y de las cobertoras supracaudales de los machos a lo largo de toda su distribución). A ello agregó análisis moleculares de secuencias mitocondriales.
Así, se revelaron diferencias significativas en la morfología de las poblaciones de ambas subespecies, algo que la información molecular distinguió claramente y permitió establecer una separación genética entre ambas de casi tres millones de años.
Con estos resultados, la académica propone separarlos en dos especies y, en consecuencia, actualizar la información ecológica, distribución geográfica y propuestas de conservación para las hoy P. mocinno y P. costaricensis.
Cabe mencionar que para las culturas del Centro y Sur de México era un animal sagrado; los aztecas lo asociaban con Quetzalcóatl y los mayas con Kukulkán. En ambas culturas el vínculo era con deidades relacionadas con el cielo y la tierra, es decir, con el infra y el supramundo. Sus plumas eran tan valoradas que sólo las portaban sacerdotes y gobernantes de alto rango; ejemplo de ello es el penacho de Moctezuma.
El quetzal está amenazado por depredadores como el tucaneta verde, ardillas y otros mamíferos nocturnos, que atacan sus huevos o polluelos pequeños, o por búhos, halcones y aguilillas que matan a los adultos. Además, los humanos los cazan, ya sea por sus plumas o para intentar venderlos como mascotas.
Sin embargo, no son capaces de sobrevivir en cautiverio y una vez atrapados no se alimentan y fallecen. Otra de las causas de su merma es la pérdida de sus hábitats, lo que ha propiciado la desaparición de casi el 70 por ciento de los sitios de anidación.
Su conservación es compleja, pues como especie migratoria requiere protección y conservación no sólo de los bosques de anidamiento, sino de los de migración. La tala y conversión de estos espacios en sitios de cultivos de maíz y café, así como en pastizales para ganado, disminuye sus posibilidades de supervivencia.
Además, está considerado en peligro de extinción en la NOM-059-SEMARNAT-2010 y por lo mismo se establece que debe ser protegido. Los países donde habita —México incluido— firmaron el acuerdo CITES, que regula el tráfico de especies amenazadas y establece la prohibición de traficar individuos de esta especie (vivos o muertos) o sus productos o subproductos. Igualmente, se han establecido zonas protegidas para que sus hábitats de anidación estén a salvo, concluyó.
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