En los primeros casi cuatro meses de Trump como presidente de Estados Unidos, el giro positivo que ha impregnado a sus amenazas de campaña, sobre todo en los temas de comercio internacional, han reducido de forma significativa los peores temores que existían sobre las políticas económicas que buscaría implementar. México se ha visto beneficiado en gran medida de este viraje, sobre todo por la postura de su equipo de trabajo con relación al Tratado de Libre Comerico (TLCAN), que se menciona su negociación no será tan ríspida como se pensaba.
Muestra de ello, es que el peso mexicano prácticamente recortó todas las pérdidas registradas desde su triunfo en las elecciones en noviembre pasado pasando de 22 pesos por dólar a 18,50 por divisa americana.
Sin embargo, lo mismo no se puede decir del tema ambiental, en específico sobre su opinión respecto al cambio climático. Este fenómeno es el mayor desafío que enfrenta la humanidad y se está convirtiendo en la peor amenaza para el bienestar y la seguridad de nuestras sociedades.
Sin embargo, el presidente estadounidense (el segundo mayor emisor del mundo de gases de tipo invernadero) no cree que exista, o al menos que los seres humanos tengan algo que ver con su avance. Trump llegó a calificar al cambio climático de «cuentos chinos» inventados por el gigante asiático para hacer que la industria estadounidense fuera menos competitiva (aunque recientemente se retractó de esa acusación).
Trump firmó decretos para revertir las políticas del expresidente Barack Obama en dicha materia. Esto incluye medidas como rescindir las normas del Plan de Energía Limpia de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA); anular normas para el control de emisiones de metano causadas por la producción y distribución de petróleo y gas; y poner fin al uso regulatorio del “costo social del carbono”, una métrica introducida por la EPA para calibrar el valor económico del daño climático causado por la emisión de cada tonelada adicional de dióxido de carbono.
La justificación de Trump es que busca poner la creación de empleos en su país por encima de la lucha contra el cambio climático.
De acuerdo a estimaciones de la OCDE, sin nuevas políticas efectivas contra el cambio climático (principalmente gubernamentales), las emisiones de gases invernadero en el mundo aumentarían cerca de 70% para 2050, y seguirían incrementándose de forma continua, lo que llevaría a un avance en las temperaturas mundiales promedio de entre 4 y 6 grados centígrados para 2100 (en 2016 la temperatura mundial aumentó en casi un grado).
En este sentido, las políticas orientadas a avanzar hacia una economía baja en carbono deberían ser un elemento esencial de la estrategia de la mayoría de los países para dinamizar su crecimiento y desarrollo económico. Lamentablemente, las políticas verdes sólo prosperarán con la voluntad de los países más desarrollados.
De ahí que sea necesario ofrecer los incentivos suficientes, de financiamiento, tecnología y productividad, para sumar al proyecto a más empresas, industrias y gobiernos. Si Trump en verdad quiere hacer América grande de nuevo, la sustentabilidad debe ser uno de sus principales estandartes.
Las ideas de Trump no son muy ajenas a los pensamientos de otros líderes gubernamentales y empresariales en otras economías. Algunos países temen que las reformas estructurales verdes pongan a sus industrias en desventaja con respecto a sus competidores extranjeros, quienes podrían no estar sujetos al establecimiento de acciones similares.
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