El tlacuache, es un animal perteneciente a la infraclase de los marsupiales, en México viven dos especies de este animal y que distribuidas a casi todo el país; y que desde hace siglos, alrededor de este animalito apareció en el occidente de México, entre los huicholes, un mito del cual no se conocen propiamente versiones prehispánicas.
Alfredo López Austin, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), este mito “pudo haber surgido también en la costa del Golfo de México, en Oaxaca, en fin… Es un mito de gran tradición y antigüedad”.
En muchos mitos y leyendas indígenas, el tlacuache tiene un lugar privilegiado. Aparece como el jefe del mundo, el resistente a los golpes,el despedazado que resucita, el astuto que enfrenta el poder de los jaguares, el jefe de los ancianos consejeros, el civilizador y benefactor, elabuelo respetable y sabio, pero al mismo tiempo es un pícaro que hace bromas y engaña, un ladrón, fiestero, borracho, parrandero y lascivo.
“Si uno encontrara exactamente el mismo mito en todas partes, no podría avanzar mucho en su estudio. Así pues, entre más variantes tenga, mayores posibilidades hay de interpretarlo porque ofrece más elementos, porque está más vivo. Esto fue lo que pasó con el mito del tlacuache”, señaló el historiador.
Hasta la fecha no se ha encontrado algún texto que refiera un mito prehispánico como tal referido al tlacuache, sin embargo, desde épocas antiguas ha estado presente en diversas variedades de cerámica. “Al trabajar específicamente la figura del tlacuache descubrí los principios de la mitología mesoamericana”, comentó.
“Pero despojemos al tlacuache de su ‘tlacuachidad’ y pensemos que no todas las variantes de este mito lo tienen como protagonista. Por ejemplo, al norte de Mesoamérica, entre los yaquis, lo es un sapo y en otras regiones es otro animal”.
Con todo, no importa tanto la identificación del protagonista como sus acciones y la principal es el robo. Sí, el tlacuache tiene fama de ladrón, puede robar lo que le dé la gana, porque tiene cola prensil, así como un marsupio o bolsa en la que lleva a sus crías y unas manitas que no son comunes entre los animales.
Engaña al dueño del fuego: se aproxima con cautela a la hoguera, dice que está cansado, entumido de frío y de repente toma una brasa y sale corriendo o la oculta en su bolsa, por lo que ésta se le quema.
Roba en todas partes, pero sus robos principales los ejecuta en el Mictlán (“el lugar de los muertos”, en náhuatl) porque es el sitio de la riqueza. “El Mictlán es una parte del mundo de los dioses, otra es el cielo, una más se refiere a los árboles del mundo o a la banda que rodea al mundo”, afirmó.
“El tlacuache me permitió establecer la diferencia entre el aquí-ahora, es decir, el ecúmeno, el mundo en que viven las criaturas y el allá-entonces, un mundo exclusivo de los dioses. Con esta distinción tendríamos el mundo prohibido para las criaturas y acá un mundo en que los dioses y las criaturas conviven cotidiana e íntimamente, lo cual es una de las características de la religión mesoamericana: los dioses están no sólo allá-entonces, sino también aquí-ahora, presentes”, refirió López Austin.
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